jueves, 30 de mayo de 2013

Para muchos debe ser raro hablar del Chulla Quiteño en el mes de mayo, todos pensarán que estamos "locos" o "desubicados", pero queremos sacar de la cabeza de la gente que los chullas solo salen en el mes de diciembre, que las serenatas solo se las deja para el festejo a Quito en "su día", que uno puede decir un piropo cualquier día y a cualquier hora sin esperar el concurso anual del piropo. Susana nos recuerda que durante todo el año se puede hablar de las picardías, habladurías e historias de los chullas (chagras) que han hecho grande a esta ciudad ...


Chulla posando como artista. Quito 1905


En busca del  “Chulla Quiteño”
Primera Parte

Susana Freire García*

Hace unos días estuve participando como expositora en un evento académico, y a lo lejos divisé a un personaje, que rondaba por los alrededores del auditorio en el cual se desarrollaba el acto. Para mis adentros me pregunté que se traía entre manos, ya que sé de lo que es capaz de hacer cuando se propone algo. Ni bien ponía fin a estos pensamientos, cuando él interrumpió en plena jornada, con aquel desparpajo propio de los que no necesitan invitación para ingresar a donde quieren. Sin una pizca de timidez se presentó como Alfredo Nicolás León Costales de Flores (vaya a saber uno si su nombre es auténtico, o si lo sacó de algún lado), y ni corto ni perezoso, empezó a coquetear y a lanzar piropos a las damas que se encontraban presentes. Después se dirigió a mí con su consabido “guambrita” en el afán de impresionarme, más yo decidí seguirle la corriente e ingresar en su juego, ya que sé que tras esa picardía, se halla un ser rebelde que cuestiona lo establecido, y que dice lo que nadie se atreve a decir.
El Sr. León (personaje interpretado por Lenin Robles de la Fundación Quito Eterno), empezó a contarnos sobre sus vivencias como chulla quiteño (vale aclarar que varios célebres chullas no han sido propiamente quiteños sino chagras), y nos recordó a los presentes las hazañas de sus antecesores, en especial de aquellos que a principios del siglo XX se apropiaron de esquinas y calles de Quito, y en especial de la Plaza del Teatro y de la Plaza Grande, para dar forma a aquel mundo de chismes, burlas y bolas, denominado “mentidero”. Mas esta construcción social no hubiese sido posible sin la inteligencia y el ingenio propio de los chullas, quienes con su humor irónico y su perspicacia, denunciaban aquello que el “discurso oficial” trataba de esconder. Ya en su momento el célebre  Carlos Andrade “Kanela” al referirse a las cualidades del chulla expresó lo siguiente: “él es más ácrata que cualquier anarquista cuando llega la ocasión, destruye lo caduco y formalista, pero sin pistola, ametralladora ni nitroglicerina, sino con el instrumento más sutil y eficaz del sarcasmo y la ironía (…) Él defiende su ideal y sus convicciones sin necesidad de paga, y lo hace con el noble desinterés del que tiene conciencia de la dignidad y la respeta, y la hace respetar en cualquier circunstancia”. Tal definición se ajusta a la naturaleza del chulla, de aquí la indignación que hallé en las palabras del Sr. León Costales de Flores cuando se quejó de la tergiversación que en los últimos tiempos ha sufrido este personaje, reforzado lamentablemente por aquel prototipo creado a partir de la novela El Chulla Romero y Flores de Jorge Icaza (sin querer poner en tela de duda el valor literario de esta obra, hay que admitir que muchos se han quedado con la imagen del chulla mujeriego, charlatán, irresponsable, etc.), y lo que es peor aún, hay quienes lo denigran al punto de tornarlo en una recreación burda y grotesca, que nada tiene que ver con la realidad. Lo cierto es que el chulla quiteño fue la culminación de un proceso social, que tuvo como telón de fondo al ambiente político propio de la capital. Sin este elemento no habría sido posible la existencia del chulla, ya que fueron precisamente el poder y sus diversas manifestaciones, el blanco perfecto para el humor irónico de este personaje, y qué mejor escenario que el de una ciudad burocratizada y llena de contradicciones como Quito. Aquella facilidad de palabra, unido al deseo por dejar al descubierto la verdad de los hechos, aquel donaire que lo diferenciaba del común de los mortales, no obedecían a una mera pose, sino a una convicción profunda por querer cambiar el estado de las cosas, y revertirlas a favor de quienes sufrían los efectos de una sociedad estratificada y prejuiciosa. ¿Acaso el chulla no sufrió en carne propia las desigualdades sociales? ¿Acaso no fue un sobreviviente que se ingenió para nadar contra corriente? Mezcla de rebeldía y ternura, nuestro chulla hizo de las suyas sin miedo y sin reparos. Hasta hubo uno de ellos, que llevando su filosofía de vida al límite, no dudó en pegarse un tiro en los alrededores de la Plaza Grande. Mas esta historia la dejaremos para la segunda parte….
Continuará
*susanafg22@yahoo.com

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