martes, 13 de enero de 2009

Guardianes del Patrimonio

Quito Eterno se encuentra realizando las Rutas de Leyenda para el proyecto Guardianes del Patrimonio. Aquí algunas fotos de los recorridos de los últimos días.




Más fotos las pueden ver en esta galería.

miércoles, 7 de enero de 2009

En la casa de Marieta

Por Natalia Dávila

Mi abuelita se llamó María Virginia Bravo y mi abuelito Sixto Salguero. ¡Qué orgullo! Todavía mantengo los recuerdos vivos: mi abuelito saliendo todas las tardes después del almuerzo, desde su casa en el barrio El Dorado, hacia la Plaza Grande; mi abuelita, sentada en el patio junto a mí, batiendo las claras de los huevos para preparar el más delicioso rompope que haya probado en la vida; y mi tía abuela que se sentaba en una vieja silla de madera en la cocina y con los ojos cerrados empezaba a rezar. Todos decían en ese entonces que ella era una beata. Yo no tenía idea de lo que eso significaba, solo sabía que sus rezos me ponían la piel de gallina. En vacaciones pasaban semanas enteras donde ellos, me divertía más que en cualquier otro sitio, de hecho yo parecía una viejita más. Me encantaba bordar con esos hilos de arcoiris mientras que mi abuelita tejía en tricot o crochet, diseñábamos vestidos para mis barbies y los cosíamos en su máquina de coser Singer, o regábamos sus cientos de cactus. Por las noches, luego del café, Papi Sixto prendía la chimenea de la sala pequeña y nos sentábamos a recibir el calor del fuego. Mientras conversaban, yo me acurrucuba junto a mi abuelita y la abrazaba con fuerza, me encantaba sentir su piel tan calientita y suave, y percibir el dulce aroma de ese perfume americano que tanto le gustaba.

Crecí y me volví un tanto ingrata, ya no los visitaba mucho y los abrazaba poco. Ahora, los recuerdo con una profunda nostalgia y con alegría también, pues sé que fueron excepcionales, y porque dieron vida a una familia que los mantiene vivos a través de la memoria y la práctica de sus enseñanzas, que ahora llamamos “nuestras tradiciones familiares”. Celebramos la Navidad en la forma en que lo aprendimos de ellos y bailamos con la misma alegría que lo hacían ellos, y por el mismo tiempo también. En medio de la fiesta nunca falta un “!Que viva la familia!” y una buena provisión de licores, que ellos nos enseñaron a apreciar también. Eran hermosos mis abuelitos. Lástima no haber sabido cuánto los extrañaría luego de su partida, y cuánto me hubiera gustado conversar con ellos.

Mi tía abuela relataba acerca de su padre, de sus trajes, sus reuniones en sociedad, de la vida a inicios del siglo XX y un poco antes también. Y ahora, quien lo relata soy yo, desde un personaje, desde una mujer que vivió a mediados del siglo XIX; relato sus costumbres, sus reuniones, sus batallas, su opresión. A veces cuando camino por las calles del centro, siendo Marietta, quisiera estar caminando con mis abuelitos y mis tíos abuelos también, conversando de ese Quito antiguo que yo imagino pero que ellos vivieron y que los impregnó. Quisiera preguntarle a mi tía abuela acerca de las Mercedarias, de sus creencias religiosas, y de sus prácticas como una beata, pues recién después de su muerte conocimos que pertenecía a esta orden religiosa. Quisiera conversar con mi abuelito acerca de que esta mujer a quien yo represento fue la mentalizadora del Teatro Sucre, el mismo teatro que para mi abuelo fue casi su segundo hogar, y en el que por docenas de ocasiones presentó obras de teatro clásicas para las cuales había un vacío total. Quisiera discutir con mi abuelita acerca de la historia del Ecuador, la misma que ella manejaba al derecho y al revés, mientras saborearamos un helado en San Agustín, y luego preguntarle su historia de amor con mi abuelito. A mi tío abuelo le preguntaría del arte de la pintura, la preparación de pergaminos, y talvez saldríamos a hacer un boceto frente a San Francisco.

Y al fin, los invitaría a todos a una ruta de una Marietta construida de experiencias vivas, de relatos de nostalgia y de sabiduría de abuelitos de antaño. Talvez así no sentiría que con su muerte, una enorme parte de mi propia historia también falleció.