viernes, 8 de noviembre de 2013

El Mito de Quitumbe nos habla de la importancia de la narración oral, estamos convencidos que el trabajo hecho por investigadores, antropólogos, academicos, etc., es muy valioso, pero también creemos en el legado que nos transmitieron nuestros antiguos. Gracias Susana por compartir el valioso relato de Quitumbe.


La Leyenda de Quitumbe


Quitumbe: nuestro Padre Ancestral
Susana Freire García*
En estos días de intensas lluvias, he asociado la presencia de este fenómeno natural con uno de los capítulos más bellos de nuestra historia, que une al mito y a la leyenda,  para brindarnos un origen común como quiteños y ecuatorianos, a través de este personaje legendario como lo es Quitumbe, el fundador del pueblo Quitu y sobreviviente del Diluvio Universal. Sobre él se han escrito varias versiones, desde aquella que nos brindó el Padre Juan de Velasco en su Historia Natural sobre el Reino de Quito, hasta los estudios realizados por los antropólogos Piedad y Alfredo Costales, sin dejar de lado la excelente versión de autoría del escritor Benjamín Carrión, publicada en su obra El Cuento de la Patria, la misma que a continuación reproduzco, para que los lectores conozcan más acerca de este personaje tan importante para la construcción de nuestra identidad, especialmente para los que vivimos en Quito, ya que según lo explicó el historiador Federico González Suárez, el nombre de nuestra ciudad se deriva de su fundador Quitumbe:
“Después del Diluvio Universal. – la inundación del mundo por las Altas Aguas-, en la cima de un monte (Rucu Pichincha), fue depositada una pareja humana: Quitumbe hijo de Tumbe y Llira. En la más alta cima engendraron a un hijo, al que llamaron Guayanay, que quiere decir golondrina. Y Guayanay voló. Creció como los gigantes, pero no tan alto como ellos, y engendró hijos en las llanuras plácidas que estaban cerca, al pie del alto monte. Llanuras pobladas por los Quitus y sus últimos invasores venidos por el mar, los Caras… Después Guayanay volvió a volar hasta las tierras bajas cercanas al mar, regadas por ríos mansos y caudalosos; tierras cálidas, buenas para las frutas dulces y para las serpientes venenosas. En estas tierras, Guayanay-la golondrina-, también engendró hijos, primero en la Isla de Puná y luego en tierra firme-en la tierra de los caciques que murieron de amor- Guayas y Quil-, y más abajo, donde fundó el pueblo de Tumbes, en recuerdo de su abuelo Tumbe y de su padre Quitumbe…
Y así, para que fueran hermanos para siempre, los pobladores de la sierra y el litoral ecuatorianos, nacieron hijos de la misma estirpe: la estirpe de la golondrina. Hombres de la Costa y de la Sierra, somos hijos de la pareja común, hermanos desde la leyenda, hijos de mar, montaña y río, como en el Escudo Nacional. Y con el signo del vuelo impreso en nuestra frente, descendemos –digo mal- ascendemos hasta la golondrina. Y con el mandato irrenunciable, de que, con nuestra fea historia de hoy, de pezuñas y sables, no destruyamos la leyenda de ayer, ennoblecida con el vuelo de la golondrina…
Tomado de El Cuento de la Patria de Benjamín Carrión
*susanafg22@yahoo.com

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