jueves, 27 de diciembre de 2012

Los Inocentes era una celebración que se iniciaba el 28 de diciembre hasta el 6 de enero, la gente en quito se divertía y se preparaba física, psicológica y económicamente.
Nuestra amiga Susana Freire García, nos sumerge en un relato donde redescubriremos como era esta celebración.

Belermo imagen de Joaquín Pinto

Inocentes 
                                                                                        Susana Freire García*


Las populares fiestas de Inocentes fueron sin duda una de las mayores expresiones de jolgorio y creatividad que se vivieron en Quito, desde principios del siglo XIX. Esta celebración tiene su origen en un episodio del cristianismo (Día de los Santos Inocentes) que recuerda la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén, bajo el mandato del Rey Herodes. En Quito, estas fiestas empezaban el 28 de diciembre y se extendían hasta el 6 de enero (Día de Reyes). Las calles de la ciudad se convertían en un improvisado escenario, para que los más curiosos personajes hicieran de las suyas, con una mezcla de comedia irónica. Por las esquinas y portales (en especial el de Santo Domingo), rondaban grandes comparsas de payasos vestidos con pantalones bombachos de raso y lentejuelas, que se abrían paso en medio de la rechifla general y de las burlas de los niños, quienes coreaban: “Payasito la lección, de la esquina a la estación, tu mamita sin calzón, y tu taita, cabezón”. Las risas se oían por todas partes, mientras los aludidos respondían con la siguiente copla: “Santa Teresa dijo, que todos los hombres tienen, cabeza de chicharrón, y boca de tirabuzón”. Luego los payasos tomaban sus largos chorizos de trapo, y perseguían a los niños para asustarles. Más allá estaban los monos quienes llevaban elegantes trajes de raso y una cola de 2.5 metros que terminaba en un pluma, con la cual manchaban de polvo blanco a todos los distraídos y curiosos. No podían faltar las chuchumecas (según Miguel Angel Puga este término es una variación de la palabra mexicana chichimeca que significa bárbaro, extranjero o no civilizado) quienes llevaban en la cabeza una especie de capota, y en el rostro una careta de alambre fino. Tenían también una falda acampanada con vuelos y encajes, un fuete en la diestra, y en el antebrazo una bolsa llena de colaciones y granos de morocho, que arrojaban al suelo para que los niños se acercasen. Ellos lo hacían en medio de coplas que decían: “Fiera vieja chuchumeca, con tu cara de muñeca”, a sabiendas de que recibirán algunos fuetazos. Igual de fascinante era observar a los belermos (remedo de los padres betlemitas), ataviados con trajes de percal y capucha, semejantes a un dominó o hábito de fraile, que llevaban en la mano una jeringuilla gruesa y un rosario sobre el pecho, haciendo ademán de curar o más bien de asustar, a sus posibles pacientes (este personaje fue inmortalizado por el célebre pintor quiteño Joaquín Pinto).
Capitaneados por los payasos, estas cuadrillas visitaban los barrios del centro de Quito, para encontrarse con otros disfrazados, y así gastarse bromas y burlarse de sí mismos y de los otros bajo el conocido lema ¡Por inocentes! Entonces se formaba un tumulto en el que se confundían las chullitas provocativas de zapatillas blancas, los pierrots de cara enharinada, arlequines, marineros, bailarines, yumbos con plumajes de papagayo, mozalbetes con chaquet o la americana puesta al revés, los “maimundes” que hacían bailar con sus panderetas a los monos, cocineras descachalandradas, entre más personajes, para dar rienda suelta a la alegría y a un deseo consciente de evadir los problemas y las penas,  a través de la música, el corso de flores, los juegos de aguinaldos, la comida y la bebida.
En la antigua Plaza Belmonte el jolgorio llegaba a su punto culminante. Las bandas militares y de los albañiles, empezaban a entonar piezas alegres. Cada quien escogía a una pareja para coquetear, amparados en el antifaz o la careta. No en vano el escritor Alejandro Andrade Coello (Quito 1881-1943), nos dejó la siguiente descripción: “Y rompe el baile al son de bandas militares o de charangas del pueblo. La muchedumbre se agita con sus sedas y lentejuelas, con sus cintajos y matices chillones, con sus desvaídas vestimentas, produciendo la ilusión de un enorme calidoscopio, que la plebe dice titilimundi (…) El baile de máscaras es colosal e indescriptible. Se diría que los tonos de un gigantesco prisma han transformado la visión de las cosas, con la magia de la refracción”. 

*susanafg22@yahoo.com

jueves, 20 de diciembre de 2012

En fiestas de Navidad no solo los artesanos sorprendían con su elaborados pesebres, dentro de los silenciosos monasterios, en la paz y quietud de los claustros, mujeres de extraña habilidad entre rezos y devoción divina, sorprendían con su trabajo de mucha paciencia.
Invitamos a conocer sobre este tema en una lectura hecha por nuestra amiga Susana Freire García.

Niño Jesús con vestimenta.

“Mujeres de rara habilidad”
                                                                                           Susana Freire García*
En tiempos de la Colonia, escasas fueron las opciones con las que contaban las mujeres, al momento de elegir por un estilo de vida distinto al comúnmente asignado por la sociedad y la familia. Lo más común era que se casaran y tuvieran hijos, para así mantener el status quo del sistema patriarcal. Sin embargo hubo un privilegiado grupo de mujeres que accedieron a otra forma de vida, en la que tenían la oportunidad de educarse y contar con una “especie de independencia” frente a los patrones establecidos. Esta opción consistía en ingresar a un monasterio y dedicarse a una existencia espiritual. Claro que no todas las mujeres podían ingresar a estos lugares. En los más importantes monasterios femeninos de la Audiencia de Quito como fueron los de Santa Catalina, Santa Clara, La Concepción, Carmen Alto y Carmen Bajo, solo ingresaban las hijas de buena familia, quienes a través del pago de una dote, cuya cuantía variaba según las reglas de cada convento, pasaban de la tutela familiar a la eclesiástica. Y si bien no todas ingresaban por libre voluntad, la mayoría de ellas no tenían interés por el matrimonio y la maternidad, de ahí que contar con otras alternativas constituía un buen aliciente. Bajo las reglas de cada comunidad, las religiosas cumplían una estricta jornada de trabajo. A la par recibían una instrucción que a la mayoría de mujeres les estaba negada, y que consistía en clases de latín, canto, música, dibujo, manualidades, escultura, pintura, entre otras. Esto les permitió alcanzar un estatus superior, al que algunas de ellas supieron explotar con buenos frutos, como es el caso de Sor Catalina de Jesús Herrera, Sor Gertrudis de San Idelfonso, Sor Juana de Jesús, o Sor María Estefanía de San José  (conocida como la Madre Magdalena Dávalos) quien fue una hábil escultora, cuyas obras reposan en la iglesia del Carmen Bajo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Nuestra amiga Susana Freire García, nos sumerge en una antigua celebración y su importancia. Compartimos con ustedes una lectura sobre el pesebre y su historia en Quito.


Pesebre del Carmen Bajo

El pesebre: una expresión popular en Quito
                                                                                                       
                                                                                       Susana Freire García*


La fiesta de la Navidad es un momento oportuno para valorar el legado de los artesanos quiteños, en torno a una de las expresiones más populares y arraigadas en nuestra cultura como es el pesebre (denominado originalmente como Belén). Al respecto es necesario conocer que esta tradición tuvo sus orígenes en Greccio (Italia) durante el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís reprodujo en vivo el nacimiento de Cristo, un 24 de diciembre de 1223. Esta iniciativa se propagó por toda Italia, y posteriormente en España y en el resto de la Europa católica. Con la llegada de los españoles a América, esta costumbre se extendió en los territorios colonizados a través de las órdenes religiosas, principalmente la de los franciscanos. En el caso de la Audiencia de Quito, el historiador José María Vargas recuerda que uno de los primeros registros de esta tradición, se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, cuando en la Catedral de Quito el 16 de diciembre se daba comienzo a las nueve misas de aguinaldo. Para tal efecto en cada una de las iglesias ya debía estar armado el pesebre, puesto que a diario se rezaba la Novena del Niño, y se terminaba  la misma con varios cánticos entre ellos el popular Dulce Jesús Mío.


viernes, 7 de diciembre de 2012

Continuamos con la segunda parte de la lectura ¿Es válido celebrar la Fundación de Quito?

Monumento de la Independencia

¿Es válido celebrar la Fundación de Quito?
Segunda Parte
                                                                                   Susana Freire García*
Si nos remitimos al significado de la palabra “fundación” obtenemos por respuesta: “principio, origen de una cosa, establecimiento”. Partiendo de esta noción,  es necesario tomar en cuenta que muchos años antes de la llegada de los españoles, en nuestras tierras ya se asentaron sus primeros pobladores, para vivir mancomunadamente alrededor de lo que la naturaleza les proporcionaba, y dentro de un sistema igualitario en cuanto a la repartición de los productos que recolectaban. Al contrario, cuando los españoles llegaron a esta tierra, impusieron a la fuerza sus costumbres, idioma, religión, bajo su óptica expansionista y colonialista. Aquí cabe preguntarse ¿fue propiamente una fundación la de Quito, o se trató más bien de una invasión? Esto nos lleva  a reflexionar sobre la validez de estas fiestas, al igual que el criterio de historiadores, quienes con pruebas fidedignas afirman que el 6 de diciembre de 1534 no se realizó dicha fundación, sino el 28 de agosto de ese mismo año (esto ya se explicó en la primera parte de la serie).

jueves, 29 de noviembre de 2012

Queremos compartir una lectura sobre la Fundación de Quito, nuestro interés es que la leas y saques tus propias conclusiones sobre este tema.
Agradecemos a nuestra amiga Susana Freire García, autora de la lectura.

ORTIZ, Alfonso. Origen, traza, acomodo y crecimiento de Quito



¿Es válido celebrar la fundación de Quito?
Primera parte
                                                                                        Susana Freire García*
En los últimos años se ha debatido alrededor de las fiestas de Quito. Historiadores, investigadores, intelectuales, miembros de colectivos sociales y ciudadanos en general, han cuestionado desde diversos puntos de vista, el sentido actual de esta celebración. De ahí que en esta serie que tiene 2 partes, se brindará a nuestros lectores las herramientas necesarias para que saquen sus propias conclusiones, y más que todo reflexionen desde una óptica desprejuiciada y comprometida con la ciudad.

  •             Académicos e historiadores señalan que la fundación de Quito no fue el 6 de diciembre de 1534, sino el 28 de agosto de 1534 por parte de Diego de Almagro, en el sitio que hoy se conoce como Cajabamba- Cicalpa (provincia de Chimborazo). Según los estudiosos, esta es la fundación oficial de San Francisco de Quito, ya que en ese día se conformaron las 3 instituciones que dan legitimidad a una ciudad: Cabildo, Justicia y Regimiento. Lo que sucedió el 6 de diciembre de 1534 según se desprende de los documentos oficiales, fue la inscripción de los soldados y civiles para avecinarse en la villa recientemente fundada. Ni siquiera ese día se señalaron los solares y marcaron las calles, y menos aún se reunió el Cabildo. Por lo mismo, si nos basamos en los datos históricos no existe razón alguna para adjudicar a Sebastián de Benalcázar el título de fundador, y menos aún para determinar que el 6 de diciembre se produjo dicha fundación.

jueves, 22 de noviembre de 2012



Te tratemos el final de la serie "Un teatro para Quito", historias de la milenaria Quito escritos por Susana Freire Garcia.






Un teatro para Quito
Tercera Parte
                                                                                            Susana Freire García*

Mientras se ultimaban los detalles para la apertura del teatro, una noticia publicada en El Comercio (Bisemanario mercantil, científico, literario, político y noticioso) de noviembre 10 de 1886, acaparó la atención de los quiteños. Se anunciaba que el pianista francés Capitán Voyer deseoso de conocer la capital, salió de Guayaquil (en esta ciudad había brindado algunos conciertos) con destino a Quito. Se informaba además que él sería el encargado de inaugurar el teatro, y que después actuarían los artistas de la Compañía Jarques.  Más de un quiteño se preguntó, cuál sería la razón por la que este pianista francés quería conocer Quito, y más que todo enfrentarse a un público que por vez primera, tendría la oportunidad de estar en un teatro. Lo que ellos desconocían es que el Capitán Voyer era un músico con una larga trayectoria en Europa, y en algunos países de América Latina como Perú o Argentina, donde impresionó a los espectadores no solo por la maestría con que tocaba el piano, sino por sus audacias artísticas en el escenario. No en vano fue ovacionado en Lima cuando interpretó piezas de  Beethoven, Weber, y Mendelssohn, acompañado de una banda militar.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Amigas /os, como todos los jueves compartimos una serie de historias sobre los lugares de la milenaria Quito, en esta ocasión continuamos con la serie "Un teatro para Quito".



Un teatro para Quito
Segunda parte

                                                                           Susana Freire García*
La emoción inicial de los miembros de “La Civilización” se volvió incertidumbre, debido a que el derrocamiento de las viejas galerías de la antigua Plaza de las Carnicerías, para dar paso a la construcción del teatro, fue suspendido al poco tiempo de haber empezado. Ante esta situación, Marietta de Veintemilla, que para ese entonces ya había egresado del Colegio Sagrados Corazones y vivía en la casa familiar, no escondió su desazón, e insistió a su tío el presidente Veintemilla, para que retome el proyecto presentado por “La Civilización”. Ante la petición de la joven, el General Veintimilla celebró en 1879 un contrato entre el gobierno y la Municipalidad, a fin de que el señor Leopoldo Fernández Salvador iniciara la construcción del “Teatro Nacional”. El proyecto sería ejecutado en base a los planos que elaboró el arquitecto Francisco Schmidt.
Marietta fue la que más atención prestó al proyecto. Su naturaleza sensible y su amor por las manifestaciones artísticas, influyeron en la construcción del teatro. Incluso el nombre fue idea suya. Según su criterio éste debía llamarse “Teatro Nacional Sucre”, en honor al héroe de la independencia que ella tanto admiró. El General Veintemilla no puso ningún reparo, y comunicó al contratista Leopoldo Salvador la decisión de que el teatro lleve el nombre elegido por su sobrina. Mas la compleja situación política del país alteró los planes políticos de Ignacio de Veintimilla, quien para hacer frente a sus opositores se proclamó dictador en marzo de 1882. Tras cruentos enfrentamientos, Veintemilla fue derrotado en 1883, y obligado a exiliarse en Lima. Con Marietta ocurrió lo propio. Luego de pasar 8 meses encerrada en prisión, recibió la orden de abandonar Quito cuanto antes. Lo que más le dolió a la joven, es no poder ver al Teatro Sucre terminado de construir.

jueves, 8 de noviembre de 2012

En esta ocasión compartimos con ustedes una serie de lecturas tituladas "Un teatro para Quito", escritos por nuestra amiga Susana Freire García. Seguimos conociendo cada rincón de esta milenaria ciudad.



Un teatro para Quito
Parte I
                                                                                                  

                                                                                          Susana Freire García
                                                                                                           
Introducción
El próximo 25 de noviembre de 2012, se celebran los 125 años de fundación del Teatro Sucre. De allí la motivación de la presente serie, para que nuestros lectores conozcan los antecedentes, que rodearon a uno de los hitos culturales más importantes de Quito.

“La Civilización”   
                                                                                                                              
A diferencia de otras ciudades como Lima o Guayaquil que ya contaban con un teatro, para el año de 1877 Quito aún no tenía un espacio, en el cual tuviesen cabida las diversas manifestaciones artísticas. Las noticias que llegaban del extranjero sobre cantantes de ópera u obras teatrales, evidenciaban aún más la escasa y monótona vida cultural de la ciudad. No todos se contentaban con asistir a misa o a corridas de toros. Era urgente una oxigenación en este sentido, que abriera la posibilidad de conectarse con el mundo a través del arte.
Esto es lo que precisamente motivó a un grupo de ciudadanos, que decidieron reunirse el 24 de febrero de 1877, en la casa del  Jefe Político Don Amable Enríquez, a fin de concretar la construcción de un teatro para la capital. Como el asunto requería de seriedad y organización, optaron por denominar a su sociedad con el nombre de “La Civilización”. Entre todos los asistentes se nombraron a los representantes. La nómina quedó conformada por los siguientes intelectuales quiteños: Manuel Larrea (presidente), José Álvarez (vicepresidente), Alejandro Cárdenas (secretario), Adolfo Páez (prosecretario), y, Pedro Manuel Pérez (tesorero).

jueves, 1 de noviembre de 2012

Seguimos con nuestra serie de escritos "Estamos Bajo Techo"

Antonio Ordónez acutando en el "Cafe 77"

Estamos bajo techo
Parte III
                                                                          Susana Freire García

El año 1963 estaba por finalizar. Los jóvenes poetas llamados tzántzicos (reducidores de cabezas) que habían hecho su aparición en la vida cultural quiteña hace un año, realizaban esa mañana su recorrido normal hacia la Facultad de Filosofía de la Universidad Central, de la que eran alumnos (cuando la misma funcionaba en la calle Chile, hoy sede de la Fundación Municipal San José). Les llamó la atención la apertura de una nueva cafetería que llevaba un sugestivo nombre “Café 77” (número capicúa que puede ser leído igualmente de izquierda a derecha y viceversa).  A la salida de clase, se refugiaron en la misma. Su dueño el señor Fausto Arellano, les recibió amablemente, pues intuyó la inclinación artística de los visitantes. Los poetas Ulises Estrella, Antonio Ordoñez, Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón Corral y Raúl Arias, lo tomaron como su espacio, ya que por fin contaban con un sitio para dialogar sobre poesía sin reservas. Animado por su creatividad, el señor Arellano les invitó a convertir este espacio en un café cultural. La propuesta no pudo ser mejor recibida. El café estaba ubicado en la misma casa, que en otro tiempo perteneciera a Marietta de Veintemilla. Los contertulios nuevamente podían “estar bajo techo”, tomando en cuenta que el país era gobernado por una Dictadura Militar, y la Casa de la Cultura  se hallaba bajo la égida oficialista.
Los tzántzicos iniciaron sus actividades en el Café 77, el 5 de diciembre de 1963, justamente para protestar en contra de las fiestas de la ciudad y “la serenata quiteña”. A fin de brindar una opción cultural distinta, Antonio Ordóñez presentó el monólogo Réquiem por la lluvia, de autoría del dramaturgo guayaquileño José Martínez Queirolo. Este fue el inicio de una serie de actividades, tertulias, coloquios de arte, lanzamientos de libros (en el café se vendían las revistas Pucuna, La Bufanda del Sol e Indoamérica producidas por los tzántzicos) y exposiciones artísticas, que cada vez contaban con mayor respaldo de los intelectuales que estaban en contra de la dictadura. El Café 77 se convirtió en “la Casa de la Cultura Alterna”. Artistas y creadores de la talla de Agustín Cueva, Oswaldo Guayasamín, Hugo Cifuentes, Oswaldo Viteri, Gilberto Almeida, Víctor Murriagui, Claudio Aizaga, Moisés Montalvo, entre otros, fueron parte de intensos debates y tertulias en donde la libertad de expresión jugó un papel preponderante. Tanta fue la notoriedad cultural que alcanzo el Café 77 que la revista O Cruzeiro de Brasil publicó un extenso reportaje sobre el mismo. Por su parte la famosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica escogió al Café 77 para realizar una exposición de afiches y pinturas sobre antropología cultural, en septiembre de 1964. Más como era previsible, las tertulias y debates culturales fueron considerados por la Dictadura Militar como una amenaza, de ahí que por orden del Intendente General de Policía se ordenó la clausura del Café 77 en febrero de 1965. Lejos de someterse al poder, los tzántzicos acompañados de otros intelectuales quiteños organizaron una marcha de protesta por el centro de la ciudad, que terminó en la oficina del Intendente de Policía ubicada en la calle Mideros, para exigir la reapertura del café. Este movimiento tuvo respaldo en otras ciudades del país, y semanas después el Café 77 fue reabierto. Su actividad cultural se extendió hasta el año de 1970, dejando en Quito un legado creador y humanístico que no puede ser olvidado. Como bien lo afirma el poeta Ulises Estrella en su reciente libro La Casa de las tertulias (Quito, CCE, enero 2012), “la Casa de las Tertulias de Marietta a los tzántzicos, es una memoria incandescente y objetiva, que apunta a reelaborar y asumir seriamente lo pasado, para entender el presente”.

jueves, 25 de octubre de 2012


Hoy jueves, te traemos la segunda parte de "Estamos Bajo Techo".



Retrato de Marieta de Veintemilla


“Estamos bajo techo”
Parte II
                                                                                              Susana Freire García

Tras permanecer exiliada en Lima durante varios años, Marietta de Veintemilla regresó a Quito el 17 de noviembre de 1898.  Su llegada causó revuelo en la ciudad, y varios de sus amigos y seguidores se agolparon alrededor del coche en el que se transportaba para darle la bienvenida. Gracias al temple que la caracterizó, pudo recobrar algunas de sus pertenencias, entre ellas la casa familiar. Sin demora adecuó sus espacios, en especial la biblioteca nutrida con libros que trajo desde el Perú, y el salón de baile donde su piano ocupaba un lugar privilegiado. Estaba decidida a poner en práctica todos los conocimientos adquiridos en Lima,  cuya vida cultural era más activa que la de Quito.
Animada por su deseo de intercambiar  ideas en un ambiente democrático, Marietta empezó a organizar tertulias en su casa. Mientras tocaba música de su compositor favorito, el compositor polaco Frédéric Chopin, sus invitados se deleitaban con su talento interpretativo. Entre los contertulios más asiduos se encontraban intelectuales y poetas como Celiano Monge, Quintiliano Sánchez, Alfredo Baquerizo Moreno, Numa Pompilio Llona, Manuel María Sánchez, Eudófilo Álvarez, Belisario Quevedo,  Luis Eduardo Bueno, entre otros. En cada reunión se abordaron temas filosóficos, anticlericales, modernistas, estéticos, científicos y sociales. Marietta ponía especial énfasis en la libertad de pensamiento como base del Estado laico. También abogaba por la igualdad de la mujer en la sociedad ecuatoriana, y la libertad de cátedra. Para varios de los contertulios fue un reto hablar con una mujer sobre el pensamiento de Goethe, Nietzsche, Francis Bacon o Chopin. Tal era la emoción por debatir, que las tertulias se extendían hasta la madrugada. Fue esa libertad de acción y pensamiento que Marietta brindó en su casa, la que sirvió de inspiración para que los contertulios acuñaran la frase “Estamos bajo techo”, vinculada al hecho de que por  primera vez contaban con un espacio, en el cual podían expresar sus ideas sin temores ni censuras.
La fama de sus tertulias y la calidad intelectual de sus propuestas, iban en auge. El apogeo de su carrera intelectual y literaria se produjo el 10 febrero de 1907, cuando fue invitada por los miembros de la Sociedad Jurídico Literaria (de la que era socia honoraria) a brindar una conferencia en la Universidad Central. El tema de su intervención giró alrededor de la sicología moderna. Los asistentes se quedaron impresionados ante la solvencia que desplegó Marietta al hablar de los filósofos Kant, Hegel y Schopenhauer. Claro que también hubo quienes se ofendieron por sus expresiones, ya que esta librepensadora puso a la razón y la ciencia, por encima de la religión y los dogmas. Lamentablemente su repentina muerte acaecida el 11 de marzo de 1907, dejó a Quito y a los quiteños, sin una de sus mujeres más brillantes. Sin embargo su legado, lejos de sucumbir, sería retomado muchos años después, por un grupo de jóvenes poetas, que al igual que ella harían de esa casa, un espacio para la tertulia y la controversia.
(Continuará)

jueves, 18 de octubre de 2012

Presentamos una serie titulada "Estamos bajo techo", un conjunto de escritos de nuestra gran amiga Susana Freire García, ella  nos comparte esta serie para que la gente de Quito pueda conocer más sobre la milenaria ciudad.




“Estamos bajo techo”
Parte I

Para los peatones que a diario transitan por el centro de la ciudad, puede pasarles inadvertida la presencia de una casa ubicada en la esquina de las calles Benalcázar y Chile (en la que actualmente funciona la Joyería Vanitex). Sin embargo, la misma es dueña de una historia que forma parte del acervo cultural de Quito, y que hoy merece ser conocida por su legado y trascendencia, ya que por ella han pasado desde políticos y militares, hasta poetas, músicos y creadores, sin dejar de lado la figura de una de las mujeres más brillantes y polifacéticas que ha tenido Quito.

miércoles, 11 de abril de 2012

Piropo del Chulla Quiteño

Si su pecho fuera cárcel
y su corazón calabozo,
usted fuera el carcelero
y yo el prisionero dichoso.