lunes, 29 de diciembre de 2008

Saludos y felices fiestas

Independientemente de como celebren estas fechas (o de que no lo hagan) les compartimos nuestros afecutosos saludos. Gracias por un año maravilloso.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La ciudad y su estética

Édgar Freire-García

La estética ha dejado de ser desde hace mucho, una cuestión de forma y menos aún, de belleza, entendida en su sentido clásico, ya que dadas las miles de perspectivas y maneras de ver el mundo, la belleza es un concepto que depende de cada punto de vista personal y social. Y con esta primera reflexión, la pregunta que salta a mi mente mientras camino por un calle cualquiera es ¿cuál es la belleza de una ciudad? ¿a qué se refiere un niño cuando dice “mi ciudad es linda” o cuando en una tarea escolar le mandan a pintar lo que más le guste de su ciudad, y el niño pinta unas montañas –quizá el Panecillo-, una plaza, una iglesia…? ¿Así -me he preguntado- se cree bello lo que nos han mostrado como bello dentro de unos parámetros específicos? Y siendo esta la respuesta más lógica, entonces ¿a qué se considera como bello en esta ciudad?

Bello es: lo limpio, lo claro, lo bueno, el buen olor, lo histórico, lo artístico, lo “pan de oro”. Entonces surgen en la ciudad esquinas desoladas, calles intransitadas, paredes a las que nadie se arrima, espacios malditos incluso paganos (que suena arcaico en esta época, pero aún se siente), espacios en donde se encuentran personas –entes diría yo- que han hallado en ellos la luz y sombra necesarias como para pintar el claro-oscuro correspondiente a esta ciudad.

Nuestros ojos han sido domesticados por una idea de percepción que nos ha hecho amar lo bello y huir de lo feo. Cuadro: Son las nueve y media de la noche, en la Veintemilla hay varios autos parqueados, algunos salen del auto, caminan un poco, y bajan gradas para descender al Seseribó u otra discoteca. Un cuidador de autos con pantalón café oscuro y saco de lana azul, oscuro también, pasea de un lado a otro y de vez en cuando recibe alguna moneda. Un viento que augura neblina más tarde, arrastra hojas secas de árboles anónimos, árboles que parecen estar solamente pintados. Veredas de cemento quebradas, varias rajaduras que quizá serán esquivadas por algún viandante. Un basurero común y corriente, a punto de desbordarse. Casas y edificios pálidos, rejas descoloridas. Dos o tres postes de luz que apenas dan un ambiente de color a este escenario… Sentado en una grada observo este paisaje y me enamoro del contraste, me siento como-en-casa, en mi apacible casa moral, en donde mis valores y percepciones se tornan espontáneas a una naturaleza que se ha negado, a nuestros pequeños y múltiples infiernos… Todo esto dentro de una estética, una estética que no responde al canon de belleza, una estética que responde a la “historia corporal” de la ciudad, una estética visceral y por ello quizá, más viva, más humana.

Sin embargo, cada cual es libre de tener una versión sobre lo estético, pero de vez en cuando es bueno preguntarse ¿a qué se vuelven ciegos mis ojos?, y, mientras se responden voy a seguir hurgando en basureros para ver si soy tragado por algún intestino insospechado.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Promocional de Quito Eterno

Gracias a la ayuda de Jaime Sánchez (Jimmy) tenemos este video promocional de Quito Eterno. Gracias a Sebastián Salvador y el grupo Fragua por la música y a las personas entrevistadas por sus testimonios.

viernes, 19 de septiembre de 2008

El Danzante: dos últimas funciones


Javier deja por un tiempo Ecuador para estudiar y a manera de despedida se han organizado dos funciones de la obra "El Danzante".
Martes 23 y miércoles 24 de septiembre de 2008.
19h00
Sala de Teatro del grupo "Espada de Madera", Edificio de los espejos (entrada de la sala Demetrio Aguilera Malta). Casa de la Cultura Ecuatoriana.
$5,00 Todo público.
Les esperamos
Más fotos de "El Danzante"

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Velada Libertaria: Videos

Aqui vínculos de algunos videos realizados por el diario Últimas Noticias sobre las presentaciones de Quito Eterno en la Velada Libertaria.


Manuela

La Panadera

Las vecinas

viernes, 29 de agosto de 2008

Los personajes de las Rutas de Leyenda animados


Como parte de su proyecto de tesis el animador e ilustrador Bógar Chancay hizo un trabajo con los personajes de las Rutas de Leyenda de Quito Eterno. Es un trabajo súper interesante que esperamos será más grande en el futuro. El blog de Bógar es obramia.blogspot.com

lunes, 25 de agosto de 2008

Velada Libertaria

Quito Eterno presentó tres eventos como parte de la Velada Libertaria 2008: en el Convento de San Agustín, en el Patio de la Picota en el Centro Cultural Metropolitano y en la Calle de La Ronda.
Al igual que el año anterior recibimos a miles de visitantes no solamente de Quito sino también de otras ciudades. Hemos colgado una galería de fotos sobre lo que tuvimos en San Agustín en este link. Gracias por las fotos a Jaime Sánchez.

miércoles, 4 de junio de 2008

Gracias

Hoy definitivamente estoy dando un salto fuera de una de las experiencias más bonitas que he tenido en la vida. Todavía me siento como si estuviera superando una pérdida amorosa, pues ciertamente estoy atravesando una separación de una situación con la que me encariñé más profundamente de lo que creía o tenía consciencia.

Empezó hace poco menos de un año. Había decidido abruptamente cortar con ese remedo de vida que llevaba: siete horas sentada frente a un computador haciendo funcionar la centésima parte de mi cerebro. Cuando volteaba la mirada hacia el parque, veía la vida pasar, y yo estaba encerrada tras esa ventana con barrotes. Me sentía desdichada, esclavizada y desperdiciada. Renuncié a esa vida, a ese trabajo y a esa profesión. Los odiaba. Por unos meses estuve a mis anchas, estudiando piano a lo largo del día y haciendo pequeños trabajos de arquitectura de manera independiente. Pasó en Agosto que tomé el periódico y encontré un anuncio para ocuparse por las mañanas. La experiencia más satisfactoria de mi vida, a lo menos ahora se siente así, ahora que me estoy despidiendo de ella.

Llegué a la convocatoria en el Teatro Bolívar junto con otra cantidad de jóvenes llenos de expectativas. Luego de la charla explicativa, quedamos menos de la mitad de los asistentes. “Esto de trabajar por amor al arte no es para mí”, me comentó una chica que se había sentado a mi lado, y se marchó. Me quedé, di mis datos y me marché. Luego de un par de entrevistas y evaluaciones psicológicas, fui escogida para participar en una capacitación junto con cinco jóvenes más. La capacitación duró dos semanas. Ese tiempo, fui absolutamente feliz. Pocas experiencias me habían concedido ciertas satisfacciones, pero ésta me concedía una satisfacción total. Era justo la actividad que había soñado, en la que podía hacer un trabajo interesante, que me cultivara, que lo amara y que además estuviera a cargo y desarrollado por gente jóven, capaz e inteligente. No podía creer, todo lo que quería estaba reunido en ese espacio, en esa actividad. ¡Me encontraba con los míos! ¡Era feliz, feliz, feliz! Aprendíamos de arte pictórico, escultórico, de historia de la ciudad, hacíamos talleres de teatro e improvisábamos personajes que nunca en la vida habíamos oído mencionar. Era tan interesante, tan nuevo, había tanto por aprender.
Me enamoré de la gente de ahí, de su pasión por el proyecto, de sus conocimientos, y de su trato relajado. Deseaba tanto que al final de la capacitación me escogieran a mí, tenía tanto entusiasmo por pertenecer a ese grupo. La capacitación terminó y el último día fuimos informados de los dos escogidos, entre ellos, ¡estaba yo! ¡Qué felicidad! No exagero al decir que fue bastante similar a la sensación que se experimenta al caer en estado de enamoramiento. Me sentía enamorada de todo aquello, sentía el mismo estado exaltado de ilusión. La ilusión de jugar a ser alguien más.


El proyecto desarrolla un método lúdico de transmitir conocimientos a través de la representación de personajes. Así, los temas a tratar pueden ser artísticos, históricos, sociales; y los personajes son históricos y populares. Me resultaba fascinante poder representar a un personaje conocido, importante, que realzara mi ego. Una siempre es vanidosa. La famosa Manuela Sáenz ya era representada por la misma chica desde hace cuatro años, así que perdí las esperanzas con tal figura histórica. Sin embargo me fue concedido otro nombre de gran prestigio, a pesar de que para mí en ese momento resultara completamente desconocido: Marietta de Veintemilla, ‘La Generalita’. En ese momento, más lejana que Singapur, pero en éste, la conozco como a mí misma.
El trabajo fue duro desde el inicio y no respetaba horarios convenidos, ¡había demasiado que leer! Tenía que enterarme desde la historia de la formación de nuestra República hasta el gobierno de Eloy Alfaro. Resultaba que siendo la Señorita un personaje histórico de carácter político, tenía que manejar al dedillo los procesos políticos que había atravesado el país. Lejos de ser una carga, resultó para mí el primer verdadero aprendizaje de la historia patria, porque debo admitir que las torturantes clases de historia recibidas en el colegio no dejaron en mí más que una huella borrosa de un libro maltrecho llamado “Terruño”, que poco o nada hizo por mi cultura histórica. No culpo al libro, culpo a la pedagogía, y directamente a la ‘pedagoga’. Devoré algunos libros de historia, recalcando sobre todos éstos el de Alfredo Pareja Diezcanseco, que bastante amenamente relata las incesantes caídas y torpes algarabías que hemos vivido. Me envolví en lecturas acerca de la sociedad conservadora, de la iglesia, de González Suárez, de García Moreno. Me enteré de lo bueno, lo malo, lo dicho, lo oculto. Y finalicé mis primeras recopilaciones de material con lecturas alrededor de Marietta y todo lo que encontrara sobre su vida, incluyendo su libro “Páginas del Ecuador” y un breve vistazo a su “Conferencia sobre Psicología Moderna”, que humildemente confieso me quedó bastante grande. Sin embargo, en sus “Páginas del Ecuador” la conocí como mujer pues su pasión y altivez se transmite en sus letras. Qué elegancia e inteligencia para desbaratar al opositor. Mujer de gran presencia, firmeza y belleza, dejaba aminoradas mis capacidades de representarla con fidelidad. Era un reto más que una simple afición.
Todos los ensayos teatrales fueron en vano, pues en ninguno logré implantar a esa mujer dentro de mí. La sentía demasiado fría, ajena, seria y diplomática; bastante contraria a mí. No sabía de donde agarrarme para conocerla, para hacerla mía; aparte debía desenvolverme en un convento de claustro, sitio que para una atea como yo puede resultar tan desconocido como las escrituras del Corán. Aquello que en un inicio me había entusiasmado desmesuradamente, ahora se convertía en martirio. Los ensayos con Javier, el director teatral y objeto de lujuria oculta para jóvenes y veteranas, me torturaban pues su sádica frase “no me cuentes, ¡hazlo!” era utilizada para poner en marcha todo tipo de nervios estomacales, y nunca un nervio cerebral que llevara adelante la escena.


A pesar de que la ruta no estaba lista y menos yo, se hizo un primer recorrido de prueba. En el primer instante, los nervios casi me paralizaron, pero luego recordé que yo había decidido estar ahí, con todas las objeciones que pudiera tener al respecto.

La puerta del fondo se abrió y Marietta de Veintemilla corrió por un largo pasillo, emocionada, con miedo y alegría de que alguien la fuera a acompañar en el momento de su exilio. “Qué bueno que están aquí, sabía que no me abandonarían…”
Así empezó a surgir una Marietta en mí, con esa mezcla de emociones que cuajan en nuestro interior. Me tomó tiempo romper su seria formalidad para transformarla en una actitud más cercana, más tierna o si lo requería, más irónica y cortante. Hubo ocasiones de tal cercanía y lealtad con su historia, que me sentía al borde del llanto por su destino, que a la vez era el mío. También me alegraba la curiosidad que lograba hacer sentir a los muchachos, o el temor que producía el mencionar las catacumbas a los niños. Qué bello es jugar al pasado con ellos. Hay rostros que tengo grabados en mi mente, de niños que me abrazaron, de jóvenes atrevidos y coquetos, de muchachas despiertas.


Mi mayor satisfacción la tuve el día en que nació Caridad, “aunque para usté buenmozo, Caridadcita”. Lo que Marietta consiguió en tres a cuatro meses, Caridadcita lo logró en dos horas, incluyendo un guión, traje y caracterización del personaje. Ella es producto de mi Amor. Me divertí tanto escribiendo su libreto que hasta recuerdo que ya eran las dos de la madrugada y yo reía sola en mi cuarto imaginando sus gestos y su acento. Al día siguiente debutaba Caridadcita, la niñera de María Augusta Urrutia y la mata de los chismes, las risas y la sabiduría popular. “Me muero, ¡qué zarcillos tan chuscos!” Ese día descubrí que era buena para hacer reír a la gente, así fuera porque se reían de mí. Ese día sentí satisfacción plena y un delicioso calor que me envolvía al recuerdo de las risas. Me sentía Feliz.
Desde ese día Caridadcita se adueñó de mí, y me llevó a la calle de la Ronda, al convento de San Agustín y al convento de San Diego, en donde se quedó por las noches. Claro que con el tiempo y el ruedo se volvió un poco más atrevida en sus conversaciones, tanto que logró arrancar risas de momias con ropas. Ay Caridadcita…

Qué hermoso es vivir y crear, para más tarde recordar y reír…o, como yo ahora, llorar.

Natalia Dávila

lunes, 21 de abril de 2008

EL DANZANTE: video

Gracias a todas las personas que asistieron a la temporada de "El Danzante" en el Convento de San Agustín. Gracias a su acogida y positivos comentarios ya estamos planeando la segunda temporada. Les mantendremos al tanto.

Por ahora "El Danzante" está siendo presentado para colegios de la ciudad, en funciones previamente reservadas. Quienes tengan interés pueden enviarnos un correo electrónico a la dirección: info[arroba]quitoeterno.org

Ahora queremos compartir con ustedes este vídeo promocional de la obra. Si les ha gustado, mándenlo a sus amigos.

martes, 8 de abril de 2008

Marietta en mí…

Talvez antes no haya tenido tanta claridad acerca del poder que pueden tener las vestiduras para darnos sensaciones, emociones y hasta cierto punto un comportamiento singular. Es decir, sería bastante raro ver a una señora encopetada -pasada por la peluquería, el spa, el gimnasio, el maquillaje, los tacos altos, la falda y chaqueta de seda, las joyas de diamantes, y todo el resto de armamento estético- hablando como hip hopera y caminando con un propio estilo fresco. Talvez nos produciría una risa burlesca más que un signo de admiración por su sorprendente manejo de su dualidad.

Generalmente expresamos nuestra esencia a través de la realidad, por más desatinada que parezca. Así, utilizamos ropa, cortes de cabello, joyas finas o bisuterías baratas que digan algo sobre nosotros. Del mismo modo, escuchamos música que puede fácilmente delatar nuestro interior. Todo, incluida nuestra voz, risa, mirada, caminar; exterior físico, refleja nuestro interior intangible y etéreo (o como quieran llamarle). Y muchas veces no nos atrevemos a ser nosotros mismos y cuando nos mostramos corremos el riesgo de ser burlados en la calle o ser llamados chanchos o malas mujeres por cargar piercings nasales.

En fin, todo esto tan fugaz y obvio, puede resultar un laberinto apasionante o neurotizante el momento en que abandonamos nuestro carnet diario de identificación y jugamos a hacer alguien más. Abandonar el jean, la camiseta y el piercing en la nariz para tomar en su lugar una vestimenta de dama republicana top ten, resulta… extraño.
Pero va mucho más allá. No solo son las ropas, sino su comportamiento, su pensamiento, sus anhelos, su manera de hablar, su tono de voz, su postura, su mirada. A medida que cada prenda de vestir se posa sobre mí, voy sintiendo un ambiente alterado. Al final del ritual de transformación, la dama republicana -Marietta de Veintemilla- se ha apoderado de todo en mí. Huelo la pólvora de los cañones, se vienen imágenes de soldados ensangrentados y gritos de dolor, el galope de los caballos, la angustia de la persecución, el hacinamiento de la cárcel, mi tía beata rezando mientras nos rodean cien soldados que se ríen de nosotras…


¡Mentira! Abro la puerta y lo primero que escucho es: “Reinita, donde es el baile?” La calle me trae de vuelta al 2008. El trole pasa salpicando sobre mí el agua de la lluvia de la noche, los almacenes, los vendedores, la gente barriendo las aceras, los pitos de los carros, las motos, los jugos de papaya con miel.

El Convento de Santa Catalina me recibe con su Señor de los Temblores y el alma de García Moreno vagando por sus pisos de tablones. Subo las escaleras y voy recordando mi infancia, rezando, corriendo y leyendo a Juan Montalvo. Temiendo por los cuadros religiosos y tocando y probando los calvarios para salvarme con la sangre de Jesús. Recuerdo a la madre Superiora que fue como mi madre desde los cuatro años, recuerdo mi cama, mi altarcito, y también mi orfandad refugiada en este sitio. A medida que camino por este largo corredor, nuevamente empiezo a sentir el peso de los enfrentamientos, la piel se me eriza al recuerdo de tantos muertos, y el corazón se destroza al recuerdo de mi exilio a Lima en dos horas. Soy de risa fácil, pero de llanto también. Marietta, la Generalita, se desploma.

Se escuchan pasos y voces… ¡Cómo se atreven a entrar aquí! ¡No puedo creer que Plácido Caamaño se haya atrevido a mandar a sus soldados a este sitio! Pero no me angustio, siempre cargo un revólver en la pierna, pero no para ellos… sino para mí. Levanto la mirada y para mi sorpresa, no me encuentro ante gente de los Restauradores, sino ante jovencitos riéndose de una muchacha esquizofrénica, que al vestir un traje se cree Marietta de Veintemilla: la Generalita…


Natalia Dávila

martes, 11 de marzo de 2008

¿Existe un santo que da marido?

¡Claro que si! Es el famoso San Antonio de Padua, y lo sorprendente es que además, existe una asidua devota que todas las mañanas en la Capilla de Cantuña le ha venido rezado novenas, le ha puesto flores frescas, cirios y todo lo que la tradición manda. Pero, ¿ha conseguido el tan ansiado favor?
En el interior de un convento de la ciudad de Quito esta joven mujer llamada Ana Luisa, implora constantemente al “Santo que da marido” para conseguir su gracia. Cualquier persona que la mira puede pensar que no tiene por qué recurrir al santo, ya que se la ve joven como para llegar a esa desesperación, sin embargo, Ana Luisa no pertenece a nuestra época; con su llamativo sombrero negro que con un velo cubre sus ojos y un vestido del mismo color en el que sobresale un rojo collar, descubrimos que su época es el Quito de los años veinte, donde mujeres jóvenes como ella son llamadas solteronas, quedadas para vestir santos y todo apelativo que una sociedad conservadora pueda utilizar para referirse a quien no ha cumplido con su función de mujer: casarse y dedicarse a sus niños.


Pero, ¿qué ha ocurrido con el santo? ¿Por qué no escucha a Ana Luisa? Pues nadie lo sabe, así que ella ha tomado una de decisión: si después de rezarle una última novena, el tan ansiado marido no aparece, entonces ingresará a un claustro y tendrá como esposo a Cristo… pero esta idea no parece entusiasmar mucho a la joven, que tiene aún sus ojos puestos en San Antonio y que sueña con obtener los beneficios del matrimonio…

Entre los fríos muros del convento espera al enviado del santo y quienes estamos a su alrededor escuchándole esperamos ansiosamente que “este apuesto chullita” (como ella lo llama) al fin aparezca y ver como su historia tiene un final feliz.

Pero los finales felices no se dan mucho en la vida real, así que Ana Luisa nos confiesa que ya se casó hace algún tiempo, que enviudó y que nuevamente busca un esposo, aunque a veces le asaltan las dudas porque el matrimonio no fue su final feliz, al contrario fue el inicio de la docilidad, sumisión y abnegación total a su esposo…

Las historias, anécdotas y uno que otro chisme de los años veinte son contados por Ana Luisa mientras busca a su marido. Cualquier persona que sienta intriga por su historia puede encontrarla ensimismada en sus rezos, devota a su santo, con la esperanza de obtener los favores del cielo. A mí me gustaría verla otra vez y saber si decidió entrar al convento o consiguió esposo o… ¿es que acaso hay otra posibilidad de vida para una mujer de los años veinte?

Ma. Isabel Ruiz

miércoles, 13 de febrero de 2008

Hoy conocí a Manuelita Sáenz

Mañana tenemos una salida de observación al Centro Histórico; ¡qué bueno, salir del colegio! Ojalá que no sean los típicos guías que cuentan cosas tan lejanas a mí y su guianza más parece una recitación continua de datos, fechas, y hechos que no me quedan muy claros, hechos que no entiendo. Pero aún así me emociona salir al Centro, porque mi abuelo me ha contado muchas historias de su vida ligadas a este espacio: la gente que él conoció, los dulces que probó, la música que le gustaba escuchar y la familiaridad con que todos se trataban. ¡Cómo me gustaría, que alguien me cuente historias así!...

Cuando llegamos al Centro, nos dimos cuenta que es otro mundo: calles y veredas estrechas, mucha gente mayor caminando, jóvenes apresurados, tráfico que es detenido por un policía que nos acompañó durante el recorrido, y en general toda la ciudad en movimiento. Nos dirigimos al patio posterior del Centro Cultural Metropolitano, sin tener idea de quién nos recibiría. Mi sorpresa fue grande al ver que detrás de la pileta, en una actitud distraída, como ensimismada en sus propios pensamientos y con un vestido blanco-azul muy fuera de época, estaba Manuelita Sáenz. Yo me la imaginaba de forma distinta, pero al tenerla frente a mí, la sensación cambió, de alguna manera me hizo entrar en esta historia, historia de una época de ideales libertarios, época que nunca la había tenido yo muy clara.

Conforme avanzábamos en el recorrido, visitando el Museo Alberto Mena Caamaño (o Museo de Cera), la Sala Capitular de San Agustín y el Museo Manuela Sáenz, me di cuenta que una cosa es la historia escrita en libros, y otra la historia contada por sus protagonistas; tuve la suerte de sentirme parte de esa historia, como si las decisiones también dependieran de mí, como si la guerra también fuera mía, sintiendo ira, tristeza, dolor, impotencia, al saber que una recién nacida patria volvía a ser disuelta: la Gran Colombia. El enemigo no era externo, estaba dentro de casa... Ahora los hechos de la Independencia me quedan más claros y dibujados en mi mente.


También me di cuenta del papel de las mujeres en la historia, de las cuales no se habla. Manuela es una de ellas, representante de las mujeres que lucharon y romrpieron reglas establecidas por la sociedad, reglas que ya no existen en la actualidad, pero que ellas tuvieron que superarlas.

“Quien no conoce su historia está condenado irremediablemente a repetirla”, nos decía Manuelita. ¡Qué gran verdad!, ¿no?

Ahora, cuando vuelvo al Centro o escucho hablar de Manuela, recuerdo enseguida a aquella chica de ojos profundos, mirada fuerte y tierna a la vez, con su vestido blanco-azul, y su actitud de lucha constante, una lucha que se cree, que se sueña, que se vive.

Ma. Gabriela Arboleda
Edgar Freire-García

miércoles, 6 de febrero de 2008

El Danzante

Nos complacemos en presentar la obra de teatro "El Dazante", de Javier Cevallos. Aquí un extracto del boletín de prensa de la obra:

Gaspar de Mogrovejo es un seminarista del siglo XIX que busca la respuesta a sus interrogantes respecto a quién es y de dónde viene. Rodeado de libros y de esculturas (que, secretamente, extrae de los conventos e iglesias) será testigo de secretos callados durante siglos, verdades contadas a medias, vergüenzas mantenidas de generación en generación. Finalmente, Gaspar tendrá que decidir sobre su propia condición y destino… La obra es una reflexión sobre la condición del mestizo ecuatoriano, más allá de la visión que lo reduce a una mezcla de lo indígena con lo europeo. El Danzante es una experiencia visual, textual y lúdica por este mundo, complejo y barroco.

La obra se presentará en el Convento de San Agustín, del 21 de febrero al 15 de marzo, a las 19h00, los jueves, viernes y sábados.

martes, 29 de enero de 2008

Es imposible negar la historia...

Es imposible negar la historia, olvidar el pasado… En la mañana despiertas, y tus pasos te conducen a un destino más o menos determinado; miles de personas yendo a sus lugares de trabajo, buses llenos de estudiantes animosos, y en las calles los sonidos de algún “canillita”, una puerta "lanfor", un baldazo de agua o el raspar de una escoba; breves y fríos pasos atraviesan las plazas, gente madrugadora persignándose ante el Jesús del Gran Poder, la Madre Dolorosa o el santo de su predilección, mientras la lluvia se agota y da paso al fresco olor matutino, regado con jirones del café tostado del “Águila de Oro”, aroma de humitas del “Café Niza”, claveles escondidos en zaguanes, betunes en los portales de la Plaza Grande y cientos de especias exóticas sanfranciscanas…

Y en medio de todo ese familiar barullo, semiocultos por la ciudad, aparecen ciertos personajes que vienen a devolvernos algo que siempre ha sido nuestro, que lo sentimos día a día, que lo vemos reflejado en las arrugas de nuestros abuelos, de nuestras calles y fachadas: nos devuelven escenas de nuestra memoria perdida.

Pero esto no es ficción, ocurre realmente casi todas las mañanas, ¿no me creen? A las 9h30 a.m. al fondo de un pasillo en el segundo piso del Convento de Santa Catalina de Siena, Marieta de Veintemilla espera el momento de cumplir con la orden de su destierro, mientras recuerda los momentos preciados de su infancia; a esa misma hora, un Chulla Quiteño, fabulador y dicharachero, aguarda en el Teatro Bolívar a la llegada de un amor no correspondido; una Panadera del siglo XVIII, cruza la Plaza de San Francisco, preocupada por una posible revuelta que se daría en la ciudad por el problema de los Estancos del Aguardiente; Luis Morocho, artesano escultor de la Escuela Quiteña trabaja en la Escuela Taller Quito un retablo en honor a la Inmaculada Concepción, obra que muy pronto se verá en algún altar de una iglesia; y por último, Ana Luisa Muñoz, ruega a San Antonio, con estatuilla en mano, le confiera la gracia de tener un esposo y no la maldición de muchas mujeres de quedar para “vestir santos”…
Los personajes de historia y de leyenda de Quito Eterno, han estado contándonos sus anécdotas y vivencias desde hace 5 años, reviviendo hechos, leyendas y tradiciones que no merecen desaparecer de la memoria, que nos recuerdan y afirman nuestro devenir histórico, que nos cuestionan sobre las necesidades del presente y nos hacen pensar sobre el futuro de nuestra patria.

Ya nos han visitado miles de estudiantes y personas en general, recorriendo las calles, museos y casas representativas; en la mañana o al caer la noche; y todos se han llevado el mejor recuerdo de La Ronda, del Convento de San Diego, de las cúpulas de La Catedral, de algún piropo, una canción o una anécdota, y lo que es más importante, se han ido con la alegría de reencontrarse consigo mismos a través de la historia de la ciudad.

Aún tenemos mucho que contar, mucho que recorrer. Y si no crees en el encanto de esta ciudad, un día, mientras atravieses la Plaza de San Francisco, detente un momento en el atrio y siente como la ciudad empieza a engullirte en un tiempo de segundos detenidos, de historia cristalizada, cómo la gente que está allí en ese momento, ha estado desde siempre, y escucha el lenguaje quieto de los campanarios…

Édgar Freire-García

viernes, 25 de enero de 2008

¿Qué son las Rutas de Leyenda?


¿Alguna vez te imaginaste a ti mismo como un personaje del pasado? En Quito Eterno eso es lo que hacemos todos los días y esta es la forma como presentamos a nuestra ciudad, a nuestra historia.

Encontrarnos con un personaje y tratar de hablar a través de él, ser él, es una de las cosas que hacemos.

Esta actividad nació de la necesidad de conocer y visitar el Centro Histórico de Quito, especialmente entre los más jóvenes. En esta experiencia se juntan: el teatro con la investigación histórica y el uso de herramientas pedagógicas. Queremos que después de una Ruta de Leyenda pienses, recuerdes, cuestiones, pero sobretodo vuelvas a tu historia, a tu arte, a tu Centro Histórico.

Las Rutas de Leyenda fueron creadas desde fines de 2001. Quienes lo hacemos, Quito Eterno, somos un grupo de personas, la mayoría bajo los 32 años, que día a día queremos invitarte a conocer la historia, para luego vivirla también.
Las Rutas se presentaron por primera vez en 2002. Desde entonces han servido a miles de usuarios, principalmente estudiantes de escuelas y colegios de Ecuador. Aquí está un video de una Ruta de Leyenda hecha en la noche, realizado por Ricky Cobo en el año 2003.



Nuestros principales usuarios son estudiantes, de escuelas, colegios y universidades, sin embargo esta experiencia está abierta a todos quienes quieren encontrarse con esta ciudad.