miércoles, 15 de mayo de 2013


En este artículo, Susana nos comparte sobre una frase que la inquietaba desde niña y la llenaba de recuerdos, su curiosidad nos lleva a reflexionar sobre los aguaceros de mayo...

“Mayo hasta el sayo”
Susana Freire García*

Fotografía de Lionel Raynaud

Cuando niña solía escuchar con atención aquella frase propia del saber popular, que era repetida por todas partes “mayo hasta el sayo”. En aquel entonces, no entendía plenamente el significado de la misma, más la vinculaba al hecho de que durante todo este mes, caían unas lluvias torrenciales sobre Quito. Tanta era la fama lluviosa de este mes, que las religiosas de mi escuela, siempre nos aconsejaban “recibir las primeras gotas de mayo” para obtener un cutis terso y sonrosado. Yo solía cumplir fielmente el consejo, y recibía con emoción las primeras gotas de cara al cielo, ya sea en la calle o en el patio de la casa familiar. 
Con el transcurso del tiempo, estos recuerdos infantiles lejos de desaparecer, han motivado aún más mi insaciable curiosidad de investigadora, para así desentrañar el sentido de esta frase. Si bien la niña no estaba equivocada al relacionar a la misma con la presencia de la lluvia, he descubierto además que el término sayo hace referencia a una antigua prenda de hechura rústica y sencilla, que no llevaba botones y que cubría hasta la rodilla. Si uno las piezas puedo deducir que el trasfondo de esta frase popular aduce al hecho de que como llueve tanto en el mes de mayo, es muy probable que hasta nuestra ropa termine empapada. Esta es en todo caso una reflexión personal, ya que pueden existir otras explicaciones alrededor de la misma. Sin embargo la frase popular sigue vigente, ya que todos hemos sido testigos de las fuertes lluvias que azotan a la ciudad en estos días, unas veces con signos predecibles, y otras tantas, teniendo de por medio a un sol refulgente. Es así como estamos a merced de la naturaleza en cualquier momento, ya que de repente Quito se transforma en un escenario frío y tempestuoso, matizado por un color gris que inunda al cielo y cubre a las montañas. Sin mayores preámbulos la lluvia empieza a caer a raudales, inundando calles y plazas. Los transeúntes buscan desesperados un sitio en donde escampar, mientras hay quienes protegidos por sus paraguas intentan burlar a la lluvia sin mayores resultados. También están los que la desafían y se mojan pese a los riesgos, y los que encuentran en ella un motivo de alborozo y juego. Lo cierto es que la presencia de la lluvia altera nuestra habitual rutina, dejando al descubierto nuestra humana vulnerabilidad. No solo evidencia las falencias físicas de una ciudad, que por momentos es dominada por la fuerza del agua, sino que además pone en entredicho nuestra “racionalidad”. Mojados en algunos casos de la cabeza a los pies, nos sentimos desnudados por la lluvia, y es en ese punto en que emergen una serie de sentimientos que afloran espontáneamente. Podemos experimentar miedo, enojo, nostalgia, desamparo, soledad, impaciencia o impotencia, más la lluvia no nos permite ser indiferentes ante su presencia. 
Retornando a mis recuerdos infantiles, vienen a mi mente ciertas imágenes en las que me veo tras de una ventana contemplando a la lluvia. Me gustaba sentirme protegida por el techo de la casa, aún cuando en ocasiones temía que el mismo pudiese caer al suelo por la fuerza del agua. Sin embargo esta actitud no dejaba de parecerme egoísta, ya que en ese mismo momento me trasladaba imaginariamente al portal de mi escuela ubicado en la plaza de Santo Domingo, para contemplar a los que estoicamente soportaban las inclemencias del frío y del agua, ya que no tenían más que ese portal de piedra para guarecerse. Y al final esta última imagen es la que hasta el día hoy predomina en mi mente, puesto que si bien la lluvia enfría al cuerpo, hay otro frío que duele y castiga mucho más, como es el que proviene de la indiferencia, ya que en medio del caos provocado por el invierno, podemos ignorar u olvidarnos de aquellos seres que no tienen un techo que cubra a su cuerpo, ni una mirada que abrigue a su corazón.

*susanafg22@yahoo.com

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