jueves, 27 de junio de 2013

En el antiguo "mentidero" "apodo" que se le dio a la Plaza Mayor, hay árboles únicos que guardan historias conmovedoras que por la falta de nuestra curiosidad las hemos olvidado, Susana nos lleva a recordar y aprender más sobre esos seres mágicos que custodian el antiguo "mentidero".

 Arupo de la Plaza Grande


“El corazón del arupo”

                                                                         Susana Freire García*

Más de un peatón se habrá sentido conmovido, cuando al caminar por la Plaza Grande, sus ojos se deleitan con la belleza de los arupos que florecidos en todo su esplendor, brindan a la ciudad un colorido único e intenso. Sus flores rosadas nos hablan sobre la vida interior del árbol, y la fuerza que emana de su indomable naturaleza. En lo personal guardo mucho afecto a estos árboles, ya que en la casa familiar tenemos a uno de ellos. El arupo al que me refiero tiene casi mi edad, y es por ello que puedo decir que crecimos juntos. Desde niña me encantaba esconderme bajo sus ramas, para que mi mamá no me hallase al momento de hacer los deberes escolares. Cuando despierto por la mañana, es lo que primero veo a través de la ventana de mi habitación. Su belleza se asemeja a la de las nubes rosadas quiteñas, que en estos días de verano aparecen fulgurantes en el cielo.
El arupo es una especie autóctona de la serranía ecuatoriana, específicamente de Loja, y florece en el verano cuando el sol cae recto sobre Quito. Su florecimiento coincide con la fiesta en honor a Sol conocida como Inti Raymi, que nuestros indígenas celebran durante los meses de junio y julio. Coincide también como lo señala el historiador Vladimir Serrano con la gesta heroica del 10 de agosto, razón por la que podemos asociarlo con el ideal de libertad, tan importante para el pueblo quiteño. 
Debido a la importante presencia de los arupos en nuestra ciudad, me es grato compartir con los lectores, una versión resumida del relato de autoría del investigador Alfredo Fuentes Roldán (la versión completa consta en su libro Quito tradiciones Tomo 1),  y que lleva precisamente por título “El corazón del arupo”: “Cuando los incas llegaron a estas tierras lo hicieron al ritmo de los tambores de guerra. La invasión fue sangrienta y enmudeció a miles de voces. Los vencedores arrasaron con las costumbres y se adueñaron de todo. Huayna Cápac, Señor del Imperio, se apoderó de Quito para engrandecer al Tahuantinsuyo. Sin embargo la profecía que anunciaba la llegada de los “huira cochas” o los venidos del mar, para aniquilar su  imperio, le tenía preocupado. Su cita con la muerte le llegó en Tumipamba, en el año de 1528, sin que pudiese ver cumplida la profecía. Su hijo Atahualpa hijo de Paccha, princesa Cara de Quito, fue el preferido de Huayna Cápac, y recibió por herencia la parte norte del Tahuantinsuyo. Por su parte Huáscar, el primogénito y sucesor del trono, heredó la parte sur. Esta división real causó una pelea entre ambos herederos. Atahualpa para defender sus territorios, formó un ejército liderado por sus mejores jefes entre los que se destacaron Quisquis, Rumiñahui, Zopozopangui, Chalco-chima y Zotaurco. Tras cruentas batallas el ejército quiteño culminó victoriosamente su campaña en el Cuzco. Atahualpa se convirtió en el único e indiscutible jefe, sin embargo su triunfo duró poco. Sus días de descanso en Cajamarca fueron interrumpidos por la presencia de 200 españoles, quienes desdeñaron el cálido recibimiento que les ofreció Atahualpa, dada su desmedida ambición por el oro. 
Ajeno a los intereses de los invasores, Atahualpa ingresó a la plaza central de Cajamarca, acompañado de una reducida guardia de nobles y un batallón de danzantes y músicos, quienes le abrieron paso con música y baile. De repente sufrieron el ataque de los españoles y como se encontraban desarmados, no pudieron defender a Atahualpa, el mismo que fue hecho prisionero en su propia casa. Para alcanzar su libertad, Atahualpa ordenó que se entregase a los invasores grandes cantidades de oro. Los españoles no contentos con esto, reclamaban mucho más. Su desmedida ambición y crueldad quedó descubierta, y los rumores sobre una revuelta indígena les atemorizaron, al punto que los invasores decidieron asesinar  a Atahualpa, mientras el Cotopaxi con un solo alarido hizo reventar sus entrañas, para que los montes tutelares le contestasen. Como bien lo profetizó el aravico, anocheció en mitad del día. El 29 de agosto de 1533 floreció ensangrentado el arupo y dolorosamente los campos se abrieron a la cosecha”.
*susanafg22yahoo.com

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