miércoles, 12 de junio de 2013

Susana nos lleva a reflexionar como seguramente lo hicieron nuestros antepasados, esta vez la reflexión se enfoca en las veletas de la milenaria ciudad.


El Gallito de la Catedral


Vientos y veletas

Primera Parte
                                                                                                            Susana Freire García*

La presencia de fuertes vientos en los últimos días, nos hacen suponer que el verano está haciendo su entrada en Quito. El viento recorre veleidosamente alrededor del hondón que favorece (término geográfico asociado a la ciudad, dado que la misma está ubicada en una hondonada), y es difícil adivinar de dónde viene y adónde va. Sin embargo nuestros antepasados, se valían de un instrumento muy singular para saber cuál era la dirección del viento, y de qué manera iba a influir en el clima de Quito. Estos instrumentos conocidos como veletas o giraldas tienen su origen en Grecia, y fueron utilizadas posteriormente en Roma, desde donde se extendieron al resto de Europa. Consisten en un dispositivo giratorio que tiene una placa plana vertical que gira libremente, un señalador que indica la dirección del viento, y una cruz horizontal que determina la procedencia del viento mediante los cuatro puntos cardinales. Solían ser ubicadas en lugares muy altos y su diseño podía ser variado.
En el caso de Quito, tenemos algunas veletas. Una de las más famosas es el Gallito de la Catedral, conocido por la famosa leyenda con la cual se le asocia. Más allá de la veracidad de la misma, es interesante observar al gallito con nuevos ojos y reflexionar sobre su naturaleza, y el porqué de su presencia en una de las cúpulas de la Catedral. Como se conoce, la Catedral originalmente no fue más que una construcción sencilla de adobe con techo de paja. Fue a partir de la llegada del obispo español García Díaz Arias que se creó el Obispado de Quito, dando paso a la construcción de la actual Catedral en la segunda mitad del siglo XVI (1557). Esta edificación ha sufrido varias remodelaciones debido principalmente a los terremotos. Así en 1660 se hizo una primera modificación, en 1755 una segunda, y en 1795 una tercera. En cuanto al atrio, la escalinata y el pretil, fueron concluidos en 1807. Este último dato hace suponer (es una conjetura) que el gallito- veleta fue colocado en ese mismo año, para que desde ese sitio alto pudiese ser visto por los peatones que transitaban por la Plaza Grande. A más de su función principal, su figura en forma de gallo también tiene una explicación histórica. El Papa Nicolás I ordenó en el siglo IX DDC,  que se colocaran veletas en forma de gallo en los domos de las iglesias europeas, como un recordatorio de las tres negaciones que Pedro hizo en contra de Jesús, después de la Última Cena. “Antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces” fue lo que Jesús le dijo a Pedro, y sus palabras supuestamente se cumplieron, de ahí la utilización de la veleta como un símbolo cristiano. 
Este breve antecedente posiblemente explique porqué la veleta del atrio de la Catedral tiene forma de gallo, sin embargo es más poético pensar en su utilización como un instrumento meteorológico para medir el viento. Tal vez nuestros antepasados tenían más tiempo y curiosidad para observar al gallito- veleta, y así ser testigos de su eterno coqueteo con el viento. Esa danza signada por un compás etéreo, es lo que hizo y sigue haciendo especial y único al Gallito de la Catedral, ya que nuestro viento no es similar al de otras ciudades. Él es cantarino y escurridizo, sutil y violento al mismo tiempo, tiene los cuatro temperamentos, como cuatro estaciones tiene un día en Quito. Y el gallito veleta se acopla a su ritmo sin rendirse, ya que con el transcurso del tiempo aprendió a comunicarse con el viento, sin que la indiferencia de los actuales peatones quiteños le quite el vuelo…
(Continuará)
*susanafg22@yahoo.com

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