En esta ocasión Susana nos invita a reflexionar sobre los lugares que marcaron nuestra infancia y que aun están presentes en la milenaria Quito.
Portal Santo Domingo
La ciudad y los afectos
Susana Freire García*
A lo largo de nuestra vida, la ciudad puede adquirir variados e inusitados rostros. Están los transitorios, los imperceptibles, los que nos causan temor o rechazo, y los que obedecen a las reformas urbanas. Más están también los que se vinculan con nuestra memoria y afectos. Ellos son parte de un acervo que nos acompañará por el resto de la existencia, y que son un punto de referencia cuando hablamos de Quito, a partir de nuestra personal e íntima visión. Creo que al igual que yo, los lectores tendrán uno o varios rincones preferidos de la ciudad. La preferencia puede variar según las vivencias. En mi caso suelo hacer diversas asociaciones, que van desde la referencia histórica hasta la personal. Por ejemplo cuando camino por la antigua Calle del Mesón (avenida Maldonado) sigo imaginariamente los pasos de mi tatarabuelo materno llamado Ramón García, quien tuvo su casa cerca del Arco de Santo Domingo. Otro espacio igualmente querido es el barrio de San Sebastián, específicamente la antigua iglesia, que después fue convertida en un Centro Cultural a cargo del Banco Central (hoy manejado por la Fundación Sapo de Agua), ya que en este espacio recibí junto a mi hermano Edgar clases de teatro, cuando ambos éramos niños. Este acercamiento al arte, fue una experiencia que nos marcó profundamente, y que provocó que los dos decidiéramos cultivar y desarrollar nuestra personal inclinación artística, hasta el día de hoy. No puedo dejar de mencionar a las calles que rodean a la escuela de los Sagrados Corazones donde estudié, y en especial el portal de Santo Domingo, en el que se veía un bello intercambio humano y comercial, alrededor de la presencia de las cajoneras.
Aún cuando no lo deseemos, nos volvemos testigos de los cambios que se producen en la ciudad (cambios con los que podemos o no estar de acuerdo), y que son parte de un irreversible proceso de crecimiento, por el cual atraviesan todas las capitales del mundo. Esto a su vez incide sobre aquellos lugares que están vinculados a nuestra memoria y afectos. Para citar un caso, puedo señalar el del portal de Santo Domingo. Yo le conocí en una época en la cual todavía se percibía una riqueza popular, que en la actualidad prácticamente ya no existe, dado que la presencia de las cajoneras está en vías de extinción. Escasas son las personas que hoy transitan por el portal, contando además que sobre el lugar y sus alrededores, pesan una serie de problemas como la delincuencia, prostitución y venta de drogas. Sin embargo y pese a los cambios y prejuicios existentes, mi afecto hacia el portal no ha variado, porque sigue siendo parte no solo de mi memoria individual, sino de la memoria colectiva de Quito. Todavía están presentes aquellas antiguas piedras por las que se deslizaron miles de pasos, todavía se mantienen en pie esas pilastras, cuya fortaleza es superior a su longeva existencia. Y si bien los recuerdos infantiles asociados con la curiosidad que despertaban en mí las cajoneras aún persisten, me resisto a caer en la nostalgia, ya que independientemente de que es humano sentirla, puede impedirnos afrontar y disfrutar del presente. Si nos aferramos a ella, corremos riesgos que van desde recrear una realidad inexistente, hasta encerrarnos en una burbuja y creer que “todo tiempo pasado fue mejor”. Entonces ustedes se preguntarán ¿cuál es la opción que nos queda como ciudadanos ante los cambios, y el irreversible proceso de crecimiento físico que atraviesa Quito? En lo personal considero que hay que actuar guiados por la razón, el conocimiento, y los valores (en los que están incluidos los afectos). La razón nos permite adoptar una posición madura y reflexiva frente a los hechos; el conocimiento nos brinda las herramientas para analizar objetivamente el pasado, y trasmitir a las presentes y futuras generaciones la historia de nuestra ciudad desde diversas ópticas; y los valores fortalecen nuestra pertenencia hacia Quito y sus espacios, -pertenencia que dicho sea de paso- debe cuestionar la imagen de la “ciudad de postal”, y las veleidades turísticas que pretender convertir a la capital en una franquicia rentable, pero carente de identidad.
*susanafg22@yahoo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario