jueves, 10 de enero de 2013


Iniciamos el año con un reflexión hecha por nuestra amiga Susana Freire García, esperamos disfruten de la lectura.



Desde el tejado de Santa Clara



Cúpulas del Monasterio de Santa Clara

Patio del Monasterio de Santa Clara



Primera Parte

                                                                                     Susana Freire García*



Gracias a una invitación realizada por mis amigos de Quito Eterno, tuve la oportunidad de disfrutar de una ruta que motivó en mi interior una serie de reflexiones, de ahí el interés de compartir las mismas con los lectores, en esta nueva serie que constará de dos partes. 

Uno de nuestros destinos fue el Monasterio de Santa Clara ubicado en las calles Cuenca y Rocafuerte, a pocos pasos de la plaza de San Francisco. Este monasterio fue fundado por Doña Francisca de la Cueva (viuda del Capitán Juan López de Galarza), con el fin de establecer un monasterio bajo la advocación de Santa Clara. Luego de cumplidos todos los requisitos legales, el mismo entró en funcionamiento el 19 de noviembre de 1596, según lo indica el historiador José María Vargas. Entre las primeras religiosas de claustro estuvieron la propia fundadora, su hija María de la Cueva, Ana y Andrea de Ortega y Jerónima de Cabrera. Según testimonios recogidos por el historiador mencionado, para 1650 vivían en él 78 monjas de velo, 30 legas (personas que aún siendo parte de la comunidad no tienen opción a una orden sagrada), veinte novicias y otras niñas criadas por las religiosas.

En este monasterio tuvo lugar un acontecimiento que hasta nuestros días ha llegado en forma de leyenda conocida como “La Capilla del Robo”. Este hecho cuenta con un asidero histórico ya que el 20 de enero de 1649 fueron extraídos dolosamente del tabernáculo del monasterio, el copón y las hostias sagradas. Este delito causó honda impresión no solo entre las religiosas, sino entre los quiteños en general, quienes creían que Quito sería objeto de una serie de castigos divinos por semejante ultraje. Días después estos objetos fueron hallados en la Quebrada de Ullaguangahuayco o de los Gallinazos  (sobre la que más tarde fue construida la Avenida 24 de mayo), lo que motivó la construcción de la famosa Capilla del Robo que existe hasta el día de hoy, a manera de desagravio. 

Este robo se perpetró debido a la fragilidad de uno de los muros del monasterio, por ello  el presidente de la Audiencia de Quito de aquel entonces, Don Martín de Arriola, ordenó la construcción de un edificio más moderno para el monasterio, en base a un plano que contempló la iglesia y el cuadro de claustros. Fue el Hermano Antonio Rodríguez el arquitecto encargado de diseñar y construir todo el bloque conventual.

En este monasterio durante la segunda mitad del siglo  XVII, vivió una de las religiosas más ilustres de la Colonia, Sor Gertrudis de San Idelfonso, autora de la obra La perla mística escondida en la concha de la humildad. Esta religiosa ingresó al monasterio a los 17 años, y al tomar los hábitos invocó la protección de San Idelfonso, cuyo nombre adoptó. Su inclinación hacia la literatura le llevó a escribir una serie de diarios en los que relataba las duras pruebas de fe que debía superar como religiosa, por recomendación de su confesor el carmelita Martín de la Cruz (este sacerdote carmelita fue el encargado de escribir su biografía después de que ella muriera). Según la investigadora argentina Rossana Caramella (que estuvo en Quito precisamente para estudiar la obra de Sor Gertrudis)  La perla mística escondida en la concha de la humildad, es posiblemente la primera obra mística escrita en América, la misma que cuenta con 1800 páginas recogidas en 3 volúmenes.

Si quieren conocer en que terminó este recorrido por el Monasterio de Santa Clara bajo la guía de “La Beata” (personaje representado por Carmen Ruiz), no dejen de leer la segunda parte….



*susanafg22@yahoo.com

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