jueves, 23 de enero de 2014

Dentro del marco de los 35 años en que Quito fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, se realiza la exposicón "Alma Mía", nuestra amiga Susana nos comparte su reflexión sobre la "Generación Decapitada" y su aporte para el naciente Ecuador.

Arturo Borja 1892- 1912.
¿Romanticismo o modernismo?
La Generación Decapitada
Parte I
*Susana Freire García

A propósito de la exposición “Alma Mía Simbolismo y modernidad. Ecuador 1900-1930”,(los curadores de la exposición son los historiadores Alexandra Kennedy y Rodrigo Gutiérrez), y que puede observase en siete sedes del centro histórico, surgen varias lecturas en torno a distintas corrientes artísticas que se desarrollaron en el país, y que están íntimamente vinculadas con un determinado proceso histórico, motivo por el que no pueden ser descontextualizadas o tergiversadas, respecto al momento en que surgieron. De ahí que dada la diversidad y complejidad de esta exposición, voy a remitirme a uno de los tantos puntos que aborda, como es el del modernismo entendido desde la literatura, y a la generación de los poetas decapitados entre los que se encontraron Arturo Borja, Humberto Fierro y Ernesto Noboa y Caamaño (en este texto no incluyo a Medardo Ángel Silva, que si bien perteneció a esta generación, su accionar estuvo ligado a la ciudad de Guayaquil), literatos que vivieron en el Quito de principios del siglo XX, en medio de una ambigüedad matizada entre el romanticismo y el modernismo.
“Una aldea de topografía ondulosa y quebrada”
Uno de los más hermosos textos     que se han escrito sobre la ciudad de inicios del siglo XX, es sin duda el de Raúl Andrade, titulado Lienzo mural de Quito de 1900. Con su singular maestría, Andrade retrató a una ciudad ambigua. Por un lado “los aires de modernidad” empezaron a sentirse en la capital. La revolución liberal no solo implementó la educación laica como principal frente de batalla en contra del clericalismo, sino que introdujo una serie de cambios en la vida cotidiana de los quiteños: las calles empezaron a contar con alumbrado público, se rellenaron algunas quebradas, y se construyeron obras de alcantarillado. La llegada del ferrocarril en 1908, y la implementación del tranvía en 1914 como el más moderno sistema de transporte, incorporaron nuevas dinámicas a una ciudad, cuyos habitantes aún estaban acostumbrados a despertarse con el tañido de las campanas. La genialidad de Andrade residió precisamente en explicar a manera de subtexto, la contradicción entre esa tendencia a modernizar a la urbe bajo el esquema del proyecto liberal, y la ideología conservadora aún imperante en la mayoría de los quiteños. De ahí que resulta equívoco creer que de un momento a otro, los habitantes de la capital cambiaron su mentalidad y forma de vida, ya que las transformaciones a nivel urbano, no implicaron necesariamente un cambio a nivel ideológico. Como irónicamente lo expresara Andrade “las locomotoras pitan en la mañana invitando a partir. El viaje a Europa ya no es una aventura. Más aventura resulta todavía tomarse un baño diario”.
Arturo Borja; “Un infante sentimental, sensible, sensitivo”
“Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico, 
lo equívoco, morboso, lo falso, lo anormal; 
tan solo calmar pueden mis nervios de neurótico, 
la ampolla de morfina o el frasco de coral”. 
                                            Arturo Borja

Con estas expresiones, Raúl Andrade se refirió al poeta Arturo Borja (Quito 1892- 1912), al dar inicio a su ensayo titulado Retablo de una generación decapitada. Según el escritor, esta generación advino, para habitar en un invernadero de sensitivas y narcisos. El anhelo romántico de vivir entre ninfas y mortecinos paisajes, hicieron de estos poetas, y en especial de Borja, un ser extraño y marginal, que practicó el culto por la tragedia y los venenos. Un temprano accidente en una de sus pupilas, motivó a que su padre le internase en un sanatorio parisiense para que se curase. Su estancia en Paris, exacerbó su “incurable cansancio biológico”. De regreso a Quito murmuró; “mi juventud se torna grave y serena, como un vespertino trozo de pasaje en el agua”. Vivió entre la añoranza de París y la turbulencia de una ciudad en la que los estremecedores gritos de ¡Muera el tirano!, y ¡Abajo Eloy Alfaro!, presagiaban un fatal desenlace….
Continuará
*susanafg22@yahoo.com

miércoles, 15 de enero de 2014

Los Chullas no han muerto, siguen por ahí dando de que hablar y mostrando porque hay que ganarse el título de "Chulla Quiteño", gracias a Susana por ser observadora y compartir este artículo.

Chullas quiteños en la calle Flores 1868. Fuente El Quito que se fue



Un Chulla en el trolebús
Susana Freire García*
En lo personal, estoy a distancia de aquella discusión  (a mi parecer bizantina) de si desaparecieron o no de la vida cotidiana de Quito, los inolvidables chullas quiteños. Esta es una tarea que prefiero dejarles a los sociólogos o historiadores, quienes son los más apropiados para discutir acercadel tema.  Mi apreciación del mismo, se basa mas bien en mi calidad de peatona de Quito, y  mi consabida curiosidad por observar lo que sucede alrededor. Y es precisamente sobre algo que atestigüé en días pasados, de lo que voy a referirme en este texto. Me hallaba como tantos usuarios, movilizándome dentro de un atestado trolebús, cuando de repente llamó mi atención, un joven vendedor que empezó a hablarnos sobre las claves del éxito laboral y social, tan indispensables para emprender un nuevo año. Acto seguido, reprodujo un CD de autoayuda, para que escuchemos una serie de reflexiones en torno al amor, la familia, la crianza de los hijos, el matrimonio, el perdón, la superación a través de la enfermedad, entre otras cosas.  Luego, volvió a intervenir y nos prometió que si comprábamos su producto y aplicábamos las claves del éxito, pasaríamos a convertirnos de simples asalariados en dueños de nuestras propias empresas, y de unos desconocidos, a personas públicas e importantes. Incluso aseveró que él era la mejor muestra de que el éxito es posible aplicando fielmente el  producto ofrecido. Lo más interesante de este vendedor, era la convicción con la que hablaba, y el cuidado con el que utilizaba cada palabra y cada movimiento. Además lucía un impecable peinado con raya a la mitad bien engominado, y un terno negro planchado con esmero.
Cuando se hallaba en lo mejor de su discurso, el vendedor se vio interrumpido por un guardia de seguridad, que le recordó que están prohibidas las ventas ambulantes al interior del trolebús, para salvaguardar la seguridad de los usuarios. Él hizo caso omiso de estas palabras, y siguió con la intervención. Al sentirse ignorado, el guardia tomó  por el brazo al aludido, con  intención de expulsarlo. El vendedor reaccionó al instante, y le exigió al guardia que sea educado, y que no le arrugue el traje. Luego se produjo una discusión entre ambos, siendo el vendedor el que daba los mejores argumentos. Mientras esto ocurría, íntimamente experimenté un sentimiento de solidaridad hacia este heredero de nuestro chulla quiteño, ya que con todas las distancias del caso, reunía ciertas características que lo acercan a este singular personaje: facilidad de palabra, poder de convicción, hacedor de sueños, aires de hombre de mundo, cuidadoso con la apariencia personal, cuentista, reacio a cumplir las órdenes o las leyes establecidas, rebeldía de antihéroe, entre otras.
Cansado de discutir, el guardia se paró junto al vendedor, para asegurarse de que no volviese a sus andanzas. Él por su parte y con aire ofendido, no expresó palabra alguna ante la mirada burlona de los presentes.  Cuando el trolebús se acercó a la parada de la Plaza del Teatro, dijo en voz alta “que se retiraba por su propia voluntad, y no porque el guardia se lo exigía”. Algunas carcajadas se dejaron escuchar, mientras yo busqué la manera de seguirlo con la mirada, a través de la ventana. Pude observar cómo se alisó el cabello para asegurarse de que su peinado estuviese en regla, y luego acarició su traje intentando borrar cualquier arruga que pudo haberle causado el guardia. Dignamente  empezó a caminar, hasta perderse en el anonimato, mientras su maletín negro zigzagueaba al ritmo de sus pasos.
*susanafg22@yahoo.com

martes, 7 de enero de 2014

Para entender la historia de un pueblo, se debe analizar e investigar todo, agradecemos a Susana por este artículo que nos ayuda a mirar a uno de los protagonistas de Quito.

Facsimilar Diario El Comercio Quito enero 1 de 1906





El Comercio “Diario de la mañana”
Susana Freire García*

La historia de la ciudad, puede entenderse desde varias ópticas, y una de ellas es a través de los diversos medios de prensa escritos, que han circulado en Quito desde hace algunos siglos. Al respecto el libro La Prensa en el Ecuador del escritor Isaac J. Barrera, es sin duda uno de los mejores referentes al momento de indagar en la materia. Como bien lo señaló este autor “el periódico tuvo en Quito una vida accidentada”, sin embargo fueron muchos los editores y escritores que se aventuraron a ser parte de esta actividad cultural, no exenta de riesgos y dificultades de variada naturaleza. Uno de ellos fue el primer periódico quiteño denominado Primicias de la Cultura de Quito, creado y dirigido por el ilustre Eugenio Espejo. Este diario que apareció por vez primera el 5 de enero de 1792, es sin duda alguna el antecedente más importante de la actividad periodística en la capital, al que le siguieron otros (en algunos casos de efímera duración) como El Quiteño Libre, El Diario de Avisos, El Grito del Pueblo, La Ley, El Grito de la Sierra, El Pichincha, El Clarín, La Reivindicación, El Cronista, El Intransigente, El Scyri, El Cinco de Junio, La Verdad, La Tarde, El Ferrocarril, El Atalaya, Fray Gerundio, El Progreso y El Diarito, por citar algunos, todos pertenecientes al siglo XIX.  A inicios del siglo XX circularon otros periódicos como El Orden, El Tarugo, El Chapa, El Quiteño, La Ortiga, El Liberal, La Mostaza Inglesa,, La Linterna, La Bandera Roja, El Imparcial. Sin embargo para enero de 1906, apareció en Quito un periódico denominado El Comercio. Diario de la Mañana, que marcaría un antes y un después en la historia del periodismo quiteño. Como bien expresó Isaac J. Barrera: “el 17 de enero de 1906, entró el General Alfaro en la capital de la República. Pero el primero de este mes había ocurrido un gran suceso intelectual, rodeado de modestia y parsimonia, pero que debía ser trascendental en los anales de la ciudad y la república. El 1 de enero de 1906, apareció el primer número de un periódico que no se presentaba como un luchador político, sino como un agente de cultura que quería trabajar por el bien de la patria. Era el periódico El Comercio”. 
Mas de un quiteño se llevó ese 1 de enero de 1906, la sorpresa de contar con un nuevo periódico, que a pesar de nacer en una época marcada por profundos conflictos de orden político e ideológico, ingresaba a la palestra pública sin ánimo de inmiscuirse en la contienda política.  Así lo dio a conocer la editorial del ejemplar N° 1 de El Comercio, con estas palabras:
Nuestra humilde hoja surge a la vida, no para llenar un vacío político, desde que los partidos en que se halla dividida la Nación tienen sus voceros respetables, órganos de sus intereses y aspiraciones. Como su nombre lo indica, funda sus esperanzas de estabilidad en el apoyo del Comercio, a cuyo incremento y marcha progresiva dedicarán sus redactores preferente atención. Pero esto no será óbice para tratar también sobre instrucción pública, sobre ciencias naturales y físicas que contribuyen al desenvolvimiento de las ciencias y las artes, todo esto amenizado con las mejores producciones de nuestros literatos y poetas. Siendo pues tan sanos nuestros propósitos, no hay para que invocar la libertad de prensa, hoy que impera el régimen liberal que lleva en su lema tan preciosa garantía. Y como quiera que, ante todo, somos ciudadanos de una república democrática, no faltarán en nuestras columnas la censura y la alabanza justas para los errores y aciertos administrativos.
A través de las páginas de El Comercio, se pueden conocer los distintos momentos históricos de nuestra ciudad, que con sus luces y sus sombras, nos cuentan lo que fuimos y lo que hoy somos. Y si bien como toda obra humana, este periódico a lo largo de su existencia ha tenido sus aciertos y también sus limitaciones, perfectibles por supuesto, es necesario revalorizar su legado en el desarrollo del periodismo, ya que forma parte de la vida de Quito hace ya 108 años.
*susanafg22@yahoo.com

martes, 24 de diciembre de 2013

Gracias a nuestra amiga Susana que nos ayuda a reflexionar sobre este mes...


Estrella de Belén


Diciembre
Susana Freire García*

En medio del ajetreo y bullicio propios de diciembre, me parece que no queda mayor tiempo para la reflexión y el necesario silencio. La alegría no está vinculada a lo externo, mas bien nace de una satisfacción interna y de la realización personal, de ahí que cualquier intento por aparentar lo que no somos en estas fechas, al final queda solo en eso. Diciembre es sin duda el mes más contradictorio del año, es la época en que posiblemente nacen los mejores sentimientos (aunque para ser honesta me parece un desatino esperar una fecha en particular, para mostrar nuestro lado sensible), y al mismo tiempo, en el que la vanidad y el despilfarro llegan a su momento culmen. Entre estos dos polos opuestos, surge una necesaria pregunta ¿qué tiene este mes en especial con respecto a los otros? Sin ánimo de dar una respuesta, ya que cada lector puede tener la suya, mas bien y en mi calidad de investigadora me atrevo a plantear una hipótesis que deja de lado las creencias religiosas, ya que esto es una cuestión muy personal, y se inclina mas bien por aquello que nos acerca a nuestros semejantes a partir de una óptica humanística. Creo que diciembre despierta en nosotros aquella necesidad de convivir en un mundo mejor, en el que tanto los sueños personales como colectivos sean posibles de alcanzar. Estos ideales de igualdad y justicia tan acariciados por la humanidad, tocan las fibras íntimas de nuestro ser que aún permanecen incólumes, por encima del paso del tiempo y los sinsabores propios de la existencia. Es como si tuviésemos nuevamente la oportunidad de empezar y de luchar por aquello en lo que creemos, aun cuando eso implique nadar en contra de la corriente. El deseo se renueva y por ende la vida, y es en este punto cuando aquellos estímulos externos que provienen de la fiesta y la algarabía, pueden convertirse en detonantes positivos. Ya sea que nos emocionemos con la reunión familiar, las delicias culinarias, los recuerdos de la infancia, la melodía de algún villancico, las luces de navidad, o el olor a palo santo o a sahumerio, lo importante es que la alegría que provocan, sea el impulso que nos invite a dar un giro positivo y a trabajar en aquello que necesitamos. Cada quien conoce sus falencias y limitaciones, y la decisión de dar un paso hacia delante conlleva un compromiso de vida que no admite temores. Mas si nos quedamos con la emoción pasajera de la fiesta, seremos como esos bellos juegos pirotécnicos que brillan por un instante, para luego perderse en la oscuridad. Y el compromiso de ser lo que anhelamos ser, debe extenderse al compromiso de ser ciudadanos de Quito en toda la extensión de la palabra. Esta ciudad es nuestra casa, y generosa nos brinda su hondón, pese a los  maltratos  que sufre de parte de quienes la agreden de varias maneras, ante la vista o la indolencia de sus habitantes. Ser ciudadano quiteño implica amar a la ciudad, a través de su geografía y su historia, de sus luces y sombras, de aquello que la hace única e incomparable. Esta ciudad milenaria, creada por artesanos y mujeres transgresoras, por antihéroes y hombres de valor, por místicos y poetas, merece un lugar privilegiado en nuestras vidas.
Ahora que el año está por acabarse, es necesario reflexionar en lo hecho y en lo que está por hacerse. No es necesario convertirnos en héroes para dejar una impronta. Los actos sencillos y honestos, son los que a la larga cuentan más. Lo importante es realizar nuestra actividad u oficio lo mejor que sea posible, y no dormirnos en los laureles, ya que la existencia no es mas que un continuo aprendizaje, y quien cree que ya lo sabe todo, corre el riesgo de perderse en la mediocridad.
Cuando pienso en estas fiestas, vuelve a la memoria una imagen que se vincula a mi infancia, y a la influencia que desde niña tuvo la historia y la literatura en mi vida. Mis padres solían leerme aquellos relatos de Oriente, en los cuales la figura de esa estrella que supuestamente guió a los Reyes Magos hacia Belén, adquiría  para mí, un significado lúdico y fuera de toda lógica. Me pasaba buscando en el firmamento a esa estrella, hasta encontrarla. Esa era mi estrella, y sigue estando ahí cada diciembre, como la metáfora de que el esfuerzo y la constancia vencen los obstáculos. Me gusta que permanezca en lo alto, para recordarme que soy un aprendiz, y que no debo escoger los atajos, sino el camino más largo.

¡UNA FELIZ NAVIDAD PARA NUESTROS QUERIDOS LECTORES!

*susanafg22@yahoo.com

jueves, 12 de diciembre de 2013

Un nuevo tesoro patrimonial se abre para que podamos descubrir sus secretos, por más de 300 años el monasterio de las carmelitas estuvo cerrado, nuestra amiga Susana nos lleva a recorrer las páginas de la historia de este tesoro.


Fachada del Monasterio del Carmen Alto


Breve historia del Convento del Carmen Alto
Susana Freire García*

En días pasados se inauguró un Museo, en las instalaciones del Monasterio del Carmen Alto, motivo por el que es necesario compartir con nuestros lectores algunos breves detalles sobre esta comunidad religiosa y su llegada a Quito.

El Primer Monasterio del Carmen en la Audiencia de Quito

El proceso de fundación del primer Monasterio del Carmen en la Audiencia de Quito, se dio en el siglo XVII, gracias a las gestiones y aportes económicos del Obispo Agustín de Ugarte y Saravia, dada su afinidad y cercanía con la persona y obra de Santa Teresa de Jesús. Mediante Cédula Real emitida por el Rey Felipe IV de España de abril 2 de 1651, se autorizó la creación “del convento de monjas descalzas de la Orden de Santa Madre Theresa de Jesús”. Lastimosamente el Obispo Saravia no pudo ver concretada su obra, mas antes de morir dejó firmado el auto de fundación el 27 de enero de 1652, dejando encargado el proyecto a su prima hermana Doña María de Saravia, tal como lo señala el historiador Federico González Suárez. 
Los trabajos de edificación del Monasterio del Carmen estuvieron bajo el cuidado del albacea Gómez Cornejo y el Presidente de la Audiencia Don Martín de Arriola. El lugar escogido estaba detrás del Convento de La Merced. Mientras tanto las religiosas fundadoras de la orden, viajaron desde Lima a Quito en medio de difíciles circunstancias. Tras cuatro meses llegaron a esta ciudad transportadas en sillones cargadas por indígenas, y trayendo consigo valiosos objetos como ornamentos para la capillas, y tres campanas. Las religiosas se instalaron en el edificio ubicado detrás del Convento de La Merced, el mismo que resultó demasiado húmedo y perjudicial para su salud. Debido a estos inconvenientes, se trasladaron a la casa que había pertenecido a la familia de Mariana de Jesús Paredes, y que al momento era de propiedad del Capitán Don Juan Guerrero, cónyuge de Juana de Casso, sobrina de Mariana. Cumpliendo con la voluntad de su tía, quien en vida había profetizado que en su casa vivirían las religiosas del Carmen, Juana de Casso y Don Juan Guerrero cedieron la propiedad a las mismas. Esta casa ubicada frente al Hospital Real o de la Misericordia (actual Museo de la Ciudad) fue readecuada por el arquitecto Ruales de acuerdo a las necesidades de la comunidad, obra que costó seis mil pesos que fueron donados por su benefactora principal Doña María Saravia. En 1656 se iniciaron nuevos trabajos al interior del  Monasterio dada su estrechez. El padre Silvestre Fausto y el Hermano Marcos Guerra, reconocidos arquitectos de la Compañía de Jesús, fueron los encargados de diseñar los planos y ejecutar la obra. El Hermano Guerra trazó una iglesia con la entrada por la calle Rocafuerte, en dirección a la plazuela de Santa Clara, a más de la implementación de una huerta y habitaciones nuevas para las religiosas.
La primera novicia quiteña que formó parte de la comunidad carmelita fue María Teresa de San José, quien en mayo de 1653 profesó los votos de obediencia, castidad y pobreza a Dios y a la Virgen del Carmen. A más de religiosas, la comunidad también acogía a mujeres desamparadas, que a cambio ayudaban en las tareas domésticas. También existió la figura de “mujeres donadas” que siendo españolas o mulatas vivían con las religiosas, sin tomar en cuenta su procedencia. Igualmente habitaron en el Monasterio niñas huérfanas abandonadas en la puerta del Monasterio. Incluso llegaron a vivir en él, las esclavas negras que Doña María Saravia consignó en su testamento, como herencia para el servicio de las religiosas.
El Carmelo Quiteño se acogió a la advocación tutelar de San José. Años después el Monasterio recibió el nombre de Carmen Alto, tal como se lo conoce hasta la actualidad, para diferenciarlo del Carmen Bajo o Moderno. 
*susanafg22@yahoo.com

jueves, 28 de noviembre de 2013

No debemos olvidar que hay espacios que se convirtieron en un fuerte referente cultural, Susana nos comparte sobre uno de esos espacios de nuestra milenaria ciudad. 


El Teatro Sucre a inicios del siglo XX. (Fotógrafo no identificado)




Los primeros años del Teatro Sucre
Susana Freire García*

El pasado 25 de noviembre se conmemoró un año más de la fundación del Teatro Sucre, de ahí que quiero compartir con nuestros lectores, algunos datos interesantes que nos revelan cómo fueron los primeros años de este importante hito cultural de Quito y sus habitantes.

Sin sombrero ni disfraz
A finales de diciembre de 1886 se publicó el reglamento para el Teatro Sucre, a fin de que quienes asistiesen al mismo se comporten de acuerdo a lo que establecía la ley. Varias fueron las disposiciones que causaron inquietud entre los quiteños, en especial aquellas que implicaban multas pecuniarias o la expulsión del teatro con intervención policial. Así quedó estipulado por ejemplo que ninguna persona podía ingresar al teatro cubierta, embozada, con careta o disfraz. Tampoco se podía llevar puesto sombrero en los palcos, platea y cazuela. Estaba igualmente prohibido fumar, ocupar asientos y palcos que correspondiesen a otra persona, pararse en mitad de una función, mudar de lugar o llevar el compás de la orquesta con golpes de manos, pies o bastón. Los concurrentes no podían ingresar al escenario, ni tampoco dirigirse la palabra de un lugar a otro del teatro. 
Causó igualmente incertidumbre la forma en que la Junta Censora del Teatro decidía que obras podían presentarse. Para tal efecto se estableció que los miembros de la Junta impedirían la exhibición de obras que atacasen a la moral y buenas costumbres de personas, familias y de la autoridad. La censura era motivada y bajo la misma se hacían reformas en los pasajes de las obras, o en el peor de los casos se  las vetaba en su totalidad. La jurisdicción de la censura no solo abarcaba a las piezas dramáticas y líricas, sino a cualquier espectáculo que fuese presentado en el Teatro Sucre. 

“Al teatro no se va a rezar”
Grande fue el alboroto que se armó alrededor de La Mascota, zarzuela cómica de autoría de los señores Durut y Chivot, que los actores de la Compañía Jarques deseaban presentar en el Teatro Sucre. Los miembros de la Junta Censora consideraron que existían ciertas coplas no aptas para “la moral quiteña”, y que por lo mismo era recomendable suspender la función anunciada. Como era de esperarse y dada la polémica suscitada, el público quiteño tenía una gran avidez por conocer el contenido de la obra prohibida, y las protestas ante la prohibición no se hicieron esperar. Por su parte los actores explicaron a los miembros de la Junta Censora que esta zarzuela había sido representada con éxito en otros países de América Latina y que nunca hubo reparos en cuanto a la “moralidad” de la misma, más  tuvieron que obedecer la decisión tomada y cambiar el repertorio. En el periódico capitalino El Ecuatoriano (mayo 8 de 1887) se publicó la siguiente nota al respecto:

Se ha puesto en escena “La Gallina Ciega”; “Las Amazonas del Tormes”, “El Dominó Azul”,  el “Cupido en el Canasto”, ¿por qué se prohíbe “La Mascota”?, que ni siquiera tiene los picantes trozos de la tan aplaudida “Conquista de Madrid” (…)  Al teatro no se va a rezar sino a divertirse, huyendo de la terrible realidad para gozar un momento con las ficciones del genio, a nadie se obliga la concurrencia (…) los que creen que una función no es mística no vayan, pero dejen a cada uno con su gusto, que de gustos nada hay escrito.

Más de un quiteño se preguntó si serían acaso estas coplas, las que tanto pavor provocaron en los miembros de la Junta Censora:
Un día el rey del infierno
cogió de su gran caldera
las brujas que hacen mal de ojo
y las arrojó a la tierra.
Lo supo Dios y al instante
creó para dicha nuestra
querubes que con su influjo
disipan todas las penas.
Esos querubes por mi fe 
son las Mascotas de que hablé
feliz de aquel que el Cielo le da
una Mascota angelical. 
*susanafg22@yahoo.com

lunes, 25 de noviembre de 2013

Gracias a Susana podemos compartir una reflexión sobre el nombre de Quito y el porque se dice que aquí el sol  cae recto.



 Sol quiteño. Facha de la iglesia de la Merced. (Foto de la Autora)


Donde el sol cae recto
*Susana Freire García
La inestabilidad climática de Quito, es una de las características más singulares de nuestra ciudad. De repente el sol sale con fuerza, y al poco rato empieza a llover. El peatón quiteño habrá comprobado que mientras en un sector de la ciudad llueve, en otro el sol hace de las suyas, o lo que es más curioso aún, llueve por determinadas cuadras. En todo caso, parece ser que aquí no hay puntos medios, y que el sol o la lluvia gustan de caer con intensidad.
En el caso del sol, nuestra ciudad está íntimamente vinculada a este astro, desde tiempos milenarios. Esta sensación de sentirlo muy cercanamente, tiene una explicación asociada al nombre y significado de la palabra Quito. Al respecto existen diversas teorías acerca del nombre de nuestra ciudad, y una de ellas señala que el mismo se deriva de los vocablos pertenecientes a las culturas catchiquel y maya. En catchiquel KIJ significa sol, y en maya TOH significa recto o derecho. Si combinamos estas dos palabras obtenemos el vocablo KIHTOH o tierra donde el sol cae recto. Estas condiciones geográficas que son parte del patrimonio natural de Quito, fueron conocidas y valoradas por los primeros pobladores de esta tierra, que hallaron en ella las condiciones necesarias para asentarse y aprovechar sus bondades climáticas. Tiempo después, los incas provenientes del Perú llegaron a este territorio, animados no solamente por intereses expansionistas, sino porque conocían de la privilegiada ubicación de Quito a la que consideraron como una tierra sagrada, en la cual existía la posibilidad de afianzar el culto heliolátrico (culto al sol). Como bien lo afirman varios investigadores, la marcha hacia Quito constituyó para los incas un trayecto hacia la tierra del sol. Esta coyuntura a su vez propició la creación de un centro ceremonial, que se extendió entre el Panecillo (Yavira) y la colina de San Juan (Huanacauri). Al respecto existen algunos estudios que señalan que la posición estratégica del Panecillo fue utilizada para la observación de fenómenos astronómicos, específicamente los relacionados con los solsticios y equinoccios.
Esta estrecha relación entre el nombre de nuestra ciudad y su ubicación geográfica, debe constituirse en un motivo más para valorar a Quito, ya que si desde tiempos inmemoriales fue respetada como tierra sagrada, en los momentos actuales es necesario recuperar ese vínculo que los antepasados tuvieron con la naturaleza quítense, pues sin ánimo de caer en el chauvinismo, no existe otra ciudad en el mundo, donde los rayos del sol caigan con tanta belleza como lo hacen en Quito.
*susanafg22@yahoo.com