Gracias a nuestra amiga Susana que nos ayuda a reflexionar sobre este mes...
Estrella de Belén
Diciembre
Susana Freire García*
En medio del ajetreo y bullicio propios de diciembre, me parece que no queda mayor tiempo para la reflexión y el necesario silencio. La alegría no está vinculada a lo externo, mas bien nace de una satisfacción interna y de la realización personal, de ahí que cualquier intento por aparentar lo que no somos en estas fechas, al final queda solo en eso. Diciembre es sin duda el mes más contradictorio del año, es la época en que posiblemente nacen los mejores sentimientos (aunque para ser honesta me parece un desatino esperar una fecha en particular, para mostrar nuestro lado sensible), y al mismo tiempo, en el que la vanidad y el despilfarro llegan a su momento culmen. Entre estos dos polos opuestos, surge una necesaria pregunta ¿qué tiene este mes en especial con respecto a los otros? Sin ánimo de dar una respuesta, ya que cada lector puede tener la suya, mas bien y en mi calidad de investigadora me atrevo a plantear una hipótesis que deja de lado las creencias religiosas, ya que esto es una cuestión muy personal, y se inclina mas bien por aquello que nos acerca a nuestros semejantes a partir de una óptica humanística. Creo que diciembre despierta en nosotros aquella necesidad de convivir en un mundo mejor, en el que tanto los sueños personales como colectivos sean posibles de alcanzar. Estos ideales de igualdad y justicia tan acariciados por la humanidad, tocan las fibras íntimas de nuestro ser que aún permanecen incólumes, por encima del paso del tiempo y los sinsabores propios de la existencia. Es como si tuviésemos nuevamente la oportunidad de empezar y de luchar por aquello en lo que creemos, aun cuando eso implique nadar en contra de la corriente. El deseo se renueva y por ende la vida, y es en este punto cuando aquellos estímulos externos que provienen de la fiesta y la algarabía, pueden convertirse en detonantes positivos. Ya sea que nos emocionemos con la reunión familiar, las delicias culinarias, los recuerdos de la infancia, la melodía de algún villancico, las luces de navidad, o el olor a palo santo o a sahumerio, lo importante es que la alegría que provocan, sea el impulso que nos invite a dar un giro positivo y a trabajar en aquello que necesitamos. Cada quien conoce sus falencias y limitaciones, y la decisión de dar un paso hacia delante conlleva un compromiso de vida que no admite temores. Mas si nos quedamos con la emoción pasajera de la fiesta, seremos como esos bellos juegos pirotécnicos que brillan por un instante, para luego perderse en la oscuridad. Y el compromiso de ser lo que anhelamos ser, debe extenderse al compromiso de ser ciudadanos de Quito en toda la extensión de la palabra. Esta ciudad es nuestra casa, y generosa nos brinda su hondón, pese a los maltratos que sufre de parte de quienes la agreden de varias maneras, ante la vista o la indolencia de sus habitantes. Ser ciudadano quiteño implica amar a la ciudad, a través de su geografía y su historia, de sus luces y sombras, de aquello que la hace única e incomparable. Esta ciudad milenaria, creada por artesanos y mujeres transgresoras, por antihéroes y hombres de valor, por místicos y poetas, merece un lugar privilegiado en nuestras vidas.
Ahora que el año está por acabarse, es necesario reflexionar en lo hecho y en lo que está por hacerse. No es necesario convertirnos en héroes para dejar una impronta. Los actos sencillos y honestos, son los que a la larga cuentan más. Lo importante es realizar nuestra actividad u oficio lo mejor que sea posible, y no dormirnos en los laureles, ya que la existencia no es mas que un continuo aprendizaje, y quien cree que ya lo sabe todo, corre el riesgo de perderse en la mediocridad.
Cuando pienso en estas fiestas, vuelve a la memoria una imagen que se vincula a mi infancia, y a la influencia que desde niña tuvo la historia y la literatura en mi vida. Mis padres solían leerme aquellos relatos de Oriente, en los cuales la figura de esa estrella que supuestamente guió a los Reyes Magos hacia Belén, adquiría para mí, un significado lúdico y fuera de toda lógica. Me pasaba buscando en el firmamento a esa estrella, hasta encontrarla. Esa era mi estrella, y sigue estando ahí cada diciembre, como la metáfora de que el esfuerzo y la constancia vencen los obstáculos. Me gusta que permanezca en lo alto, para recordarme que soy un aprendiz, y que no debo escoger los atajos, sino el camino más largo.
¡UNA FELIZ NAVIDAD PARA NUESTROS QUERIDOS LECTORES!
*susanafg22@yahoo.com
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