jueves, 29 de agosto de 2013

Susana y su espíritu investigador nos llevan a recordar y descubrir más sobre una de las tantas historias tristes que dejó el tema de nuestra independencia.
Gracias a Susana podemos conocer sobre la vida de Rosa Zárate.




Fusilamiento de Rosa Zárate y Nicolás de la Peña en Tumaco



Rosa Zárate y Nicolás de la Peña

Susana Freire García*

Para finalizar este mes destinado a la valoración de nuestros próceres de la independencia, es necesario recordar el legado de dos de las figuras más importantes de este proceso libertario, como lo fueron Rosa Zárate y Nicolás de la Peña.
Fusilados por la causa libertaria
La vida de Rosa Zárate estuvo signada por dificultades de variada índole, que sin duda marcaron su existencia. Siendo muy joven contrajo matrimonio con Pedro Cánovas, hombre al que nunca amó y del que decidió separarse después de unos pocos años. Mientras estuvo separada de él, le acusaron de mantener una relación sentimental con un sacerdote, motivo por el que recibió la orden de reclusión por dos años en el Monasterio de las Monjas Conceptas de la Villa de Riobamba. Reacia a cumplir tal condena, huyó del Monasterio, para retornar a Quito en 1786. Fue en este mismo año que conoció a Nicolás de la Peña, nieto del científico Pedro Vicente Maldonado, y decidió convivir con él, en su casa ubicada en el barrio de San Roque. Un año después nacería el hijo de ambos, al que pusieron por nombre Francisco Antonio. Tras este hecho, las acusaciones y persecuciones no se hicieron esperar. Ambos fueron víctimas del escarnio y las injurias, al punto de que en 1795, fue acusada por los delitos de concubinato y adulterio público, ya que aún estaba casada con Pedro Cánovas.
El fallecimiento de su primer cónyuge le permitió contraer matrimonio con Nicolás de la Peña en 1801, y legalizar la situación de su hijo. Una vez superados estos problemas, los dos se dedicaron a defender la causa libertaria. Con su temple y don de liderazgo organizaron a los vecinos de San Roque, para que participasen activamente en la gesta libertaria del 10 de agosto de 1809.  Cuando la primera Junta Soberana de Quito fue instaurada, su hijo Francisco Antonio fue nombrado Comandante del destacamento quiteño. Lamentablemente el 2 de agosto de 1810, el joven Francisco fue asesinado por las tropas realistas, junto a cientos de insurgentes quiteños.
Este hecho consiguió avivar aún más su espíritu rebelde y antirealista. Bajo el liderazgo de Carlos Montúfar (hijo de Juan Pío Montúfar), Rosa y Nicolás, se unieron a los insurgentes de la Segunda Junta Superior de Quito instaurada en septiembre de 1810, quienes dieron muerte a todos los jefes de los bandos quiteños leales al Rey de España.  Igualmente estuvieron involucrados en los acontecimientos del 19 de diciembre de 1810, que terminaron con la vida del oidor Felipe Fuertes, y del administrador de correos José Vergara. Dos años después, se les atribuyó a Rosa y a Nicolás la autoría intelectual del asesinato del Conde Ruiz de Castilla. Ante estos sucesos, el presidente de la Audiencia de Quito Toribio Montes, decidió perseguir a todos los insurgentes quiteños, entre los que se hallaban Rosa Zárate y Nicolás de la Peña. Ayudados por algunos amigos, emprendieron la huida hacia el norte de la Audiencia de Quito, con el objetivo de llegar a la zona del Cauca donde existía un movimiento anticolonial muy bien formado. Lastimosamente el Capitán realista José Fábrega los detuvo en las costas de Esmeraldas. Toribio Montes dio la orden de ejecutarlos en Tumaco a la brevedad posible. Fue así que el mes de junio de 1813, Rosa Zárate y Nicolás de la Peña fueron asesinados por las tropas realistas. Días después sus cabezas se exhibieron en Quito a manera de escarnio para los insumisos quiteños. Lo que Montes ignoró es que lejos de atemorizarlos, les dio más fuerza para iniciar la batalla final hacia la independencia.
*susanafg22@yahoo.com

martes, 27 de agosto de 2013

Susana nos lleva a recordar todas las historias de nuestra independencia, hombres y mujeres que siguieron un ideal, sin importar las consecuencias...


Eugenio Espejo



Las Banderas Rojas de  Eugenio Espejo
Susana Freire García*
En este mes libertario que está por concluir, no podemos dejar de lado a una de las figuras más importantes de la historia de Quito, por su legado a favor de la independencia, que inspiró la gesta libertaria del 10 de agosto de 1809. Estamos hablando de Eugenio Espejo, el mentor indiscutible del movimiento insurgente en contra del coloniaje español.
“Al amparo de la cruz seamos libres, consigamos la gloria y la felicidad”
La lucha clandestina para promover la independencia de la Audiencia de Quito, tuvo en el Movimiento Ilustrado de finales del siglo XVIII y principios del XIX, al núcleo más importante de mujeres y hombres que inspirados en los ideales de la Revolución Francesa, propugnaron la conformación de un gobierno soberano y la tesis del bien común, que consistía en implantar un sistema en el cual la justicia social, fuese el pilar de la sociedad. Dentro de este programa político, el acceso a la educación, la libertad de opinión, el derecho de revocatoria de las autoridades, la supresión de impuestos a los indígenas, la nacionalización de la iglesia y del ejército, y la promoción de la cultura, las artes y las ciencias, eran los principios fundamentales de la nueva república. 
El Movimiento Ilustrado, que tenía como líder a Eugenio Espejo, congregó en su seno a importantes miembros de la sociedad civil entre los que se destacaron Juan Pió Montúfar, Manuela y Juan Espejo, Manuel Rodríguez de Quiroga, Antonio Ante, el Obispo Cuero y Caicedo, Juan de Dios Morales, José Mejía Lequerica, entre otros, y que años más tarde se convirtieron en los cabecillas de la gesta independentista del 10 de agosto. El accionar de este movimiento, promovió la creación de la Sociedad Patriótica de Amigos en el año de 1791, y la publicación del periódico Primicias de la Cultura de Quito  en 1792. Estas acciones fueron atacadas inmediatamente por las autoridades españolas, quienes ordenaron la disolución de la Sociedad Patriótica, así como la prohibición de que Espejo siguiese publicando su periódico. Mas los miembros del Movimiento Ilustrado, continuaron con sus planes y fue así que el 21 de octubre de 1794, aparecieron colgadas en las cruces de piedra de las principales iglesias de Quito, banderas de tafetán rojo con una inscripción en latín que decía lo siguiente: “Liberi esto felicitatem et gloria consecunto Salve Cruce” (“Al amparo de la cruz seamos libres, consigamos la gloria y la felicidad”). Las mismas fueron colocadas por Villalobos, mientras que Juan Pío Montúfar cubrió los gastos económicos, y Espejo fue el creador del texto.  La revolucionaria frase provocó la furia del presidente de la Audiencia de Quito Muñoz de Guzmán, quien reconoció inmediatamente la participación de Eugenio Espejo en el hecho. Para evitar que su estrategia política siguiera adelante, ordenó la prisión del líder revolucionario el 30 de enero de 1795.  Los esfuerzos de Manuela Espejo y de sus allegados para conseguir su libertad fueron constantes, a más de que el propio Espejo escribió una carta al Virrey de España, dándole a conocer la injusticia que se estaba cometiendo en su contra. Lamentablemente la orden que emitió el Virrey para ponerlo en libertad llegó demasiado tarde, ya que para el 21 de noviembre de 1795, la salud del prisionero estaba muy deteriorada. A las pocas semanas, exactamente el 27 de diciembre del mismo año, el precursor de la independencia Eugenio Espejo dejó de existir, no así su legado, que hasta el día de hoysigue latente en nuestro Quito.
*susanafg22@yahoo.com

domingo, 18 de agosto de 2013

Con motivo de nuestra independencia, nuestra amiga Susana nos invita a redescubrir sobre la conformación de la primera Junta Suprema de Quito.

Sala Capitular del Convento de San Agustín.


La Primera Junta Suprema de Quito

Susana Freire García*

Si bien el 10 de agosto de 1809 es el día cumbre del proceso independentista, existen otros hechos históricos derivados de esta fecha con igual relevancia histórica, que no pueden pasar desapercibidos para quienes vivimos en esta ciudad. Uno de ellos es el 16 de agosto de 1809, día en que la Primera Junta Suprema Gubernativa de Quito se instaló en la Sala Capitular del Convento de San Agustín. Sus miembros fueron Juan Pío Montúfar (presidente), el Obispo Cuero y Caicedo (vicepresidente); Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea (Ministros de Estado), a más de los representantes elegidos por los vecinos de los barrios del centro o la Catedral, San Sebastián, San Marcos, San Roque, El Sagrario, Santa Bárbara y San Blas. En este Cabildo abierto también estuvieron presentes los miembros del ejército y de las Salas de lo Civil y Criminal, y vecinos y artesanos de los barrios de Quito. En medio de un ejercicio democrático, se aprobaron una serie de decisiones, las mismas que fueron suscritas en una histórica acta. Días después de celebrado este suceso, circulaba por las calles de Quito un Manifiesto mediante el cual se justificaba y respaldaba a la revolución quiteña: “Juramos a la faz de todo el mundo la verdad de lo expuesto. Hombres buenos e imparciales, de cualquier  Nación que seáis, juzgadnos. No os tememos no debemos temeros. Quito, agosto de 1809”.
Lo sucedido en Quito, tuvo el inmediato respaldo y la adhesión de los ayuntamientos de Ambato, Riobamba, Otavalo, Ibarra, Guaranda y Latacunga, no así de Cuenca, Guayaquil y Popayán, y menos aún de los Virreinatos de Lima y Santa Fe. Pese a la férrea oposición, los miembros de la Junta Suprema seguían siendo fieles a los ideales del precursor de la independencia Eugenio Espejo y el 4 de septiembre de 1809, lanzaron un nuevo Manifiesto a los pueblos de América en los siguientes términos: “Pueblos del Continente Americano: favoreced nuestros santos designios. Reunid vuestros esfuerzos al espíritu que nos inspira y nos inflama. Seamos uno. Seamos felices y dichosos, y conspiremos con el único objetivo de morir por Dios y por la Patria. Esa es nuestra divisa. Esa será también la gloriosa herencia que dejamos a nuestra posteridad”. 
Si bien las divisiones al interior de la Junta Suprema y la férrea oposición de los realistas, dieron como resultado su disolución en octubre de 1809 y el apresamiento de los máximos líderes del movimiento independista, para ser asesinados en 1810, este hecho histórico nacido en Quito, constituye la base de nuestro actual Estado Ecuatoriano y de sus diversas instituciones.

*susanafg22@yahoo.com

lunes, 12 de agosto de 2013

Nuestra amiga Susana nos comparte el desenlace de la historia de Manuela Cañizares, la mujer fuerte del 10 de agosto. 


Placa en honor a Manuela Cañizares ubicada en su casa del Sagrario





Manuela Cañizares: la mujer fuerte del 10 de agosto
Final 
Susana Freire García*
Manuela Cañizares ultimó el 9 de agosto de 1809, todos los detalles previos a la reunión que tendría lugar en su casa en horas de la noche. Sabía también que el Capitán Juan Salinas había realizado contactos con sus soldados de infantería, y gente afín a la causa independentista, que al interior de los barrios quiteños ya tenían organizados a los vecinos  para hacer frente a los invasores españoles.  
Ya bien entrada la noche los cabecillas del movimiento independentista empezaron a llegar a su casa. En esta asamblea heroica estuvieron presentes alrededor de 40 personas. Lleno de emoción, Juan de Dios Morales brindó un sentido discurso, para hablar de la trascendencia de este movimiento político nacido en Quito. Sin embargo el temor se hizo presente en varios de los cabecillas, y fue en ese momento cuando Manuela Cañizares llegó al cenit de su intervención en este episodio histórico, al exigirles que no se retractaran puesto que no podían dar la espalda al pueblo quiteño. Las palabras de la mujer fuerte, hicieron eco en los patriotas, quienes aceptaron la misión de seguir adelante con el plan propuesto. Mientras Morales abandonó la reunión para encontrarse con los líderes barriales, el Capitán Juan Salinas se trasladó a su cuartel  para asegurarse la lealtad de sus soldados de infantería. Por su parte los vecinos organizados en pelotones, estaban ubicados cerca de la casa de Manuela y de la Plaza Mayor. Bajo el grito de ¡Viva Quito!, la revolución empezó. A las cinco y media de la mañana del 10 de agosto de 1809, Antonio Ante y Antonio Aguirre se dirigieron hacia el recinto del Conde Ruiz de Castilla, para informarle que la nueva Junta Soberana de Quito, lo había cesado en sus funciones como Presidente de la Real Audiencia. Cuando cumplieron su misión, los vecinos de Quito ya no pudieron contener su alegría. Se lanzaron disparos al aire en señal de victoria, mientras las campanas de las iglesias de La Merced, La Catedral, San Francisco y San Agustín resonaron con fuerza. Manuela Cañizares salió de su casa, para dar el encuentro a Antonio Ante. Su imponente presencia no pasó desapercibida. Los vecinos empezaron a gritar espontáneamente ¡Viva Manuela Cañizares! 
Días después, Juan Pio Montúfar celebró un cabildo abierto en la Sala Capitular de San Agustín para la instalación de la Junta Soberana de Quito. Lamentablemente las diferencias empezaron a surgir, ya que mientras Montúfar y sus compañeros aristócratas apelaban a la solución pacífica del conflicto, Morales, Quiroga, Riofrío y por supuesto Manuela apoyaban los cambios profundos. Juan Pío Montúfar se llenó de temor ante un posible ataque armado en contra del pueblo quiteño, y prefirió pactar con el depuesto Conde Ruiz de Castilla a fin de que éste recupere su cargo, con la condición de que no existiese ninguna represalia hacia los cabecillas del movimiento insurgente. A Manuela esta decisión le desconcertó, ya que fue un golpe de muerte en contra de la revolución quiteña. El 2 de diciembre de 1809, ingresaron a Quito 500 soldados provenientes de Lima, quienes bajo las órdenes del Coronel Arredondo, ejercieron una brutal violencia en los hogares quiteños, hasta encontrar y encarcelar a los patriotas entre los cuales se encontraban Morales, Quiroga, Salinas, Ascázubi, Larrea, Riofrío, Arenas y un hijo del general Nicolás de la Peña, a más de artesanos y representantes de los barrios de Quito. Manuela contra quien pesaba la orden de pena de muerte, huyó de Quito hacia una hacienda ubicada en el Valle de los Chillos. Durante su exilio recibió la fatal noticia del asesinato de sus compañeros de batalla, perpetrado el  2 de agosto de 1810. Pese a todos los riesgos incluyendo la orden de pena de muerte, decidió retornar a Quito en 1813, en medio de una angustiosa situación personal y económica. Recibió el auxilio de unos pocos amigos que la escondían en diferentes casas, y luego de las religiosas del Monasterio de Santa Clara, en donde pasó sus últimos días, hasta morir en 1814, a los 45 años de edad. 

Nueva Judith mujer fuerte,
que aunque acero no manejas,
dar mandobles no dejas,
por dar al contrario muerte.
La patria quiere su suerte
a las espadas fiar;
pero también esperar
de una mujer mucho puede,
para que Holofernes quede
tendido y sin respirar.
(Copla popular recogida por Juan León Mera, en honor a Manuela Cañizares)

*susanafg22@yahoo.com

jueves, 1 de agosto de 2013

Compartimos la segunda parte sobre la historia de Manuela Cañizares.



Interior Casa Parroquial de El Sagrario





Manuela Cañizares: la mujer fuerte del 10 de agosto
Segunda Parte
Susana Freire García*
Los cabecillas del movimiento independentista se reunían principalmente en la casa de Manuela Cañizares y en la de Juan de Dios Morales, para diseñar las estrategias del golpe revolucionario que tenían previsto dar. Sin embargo, la imprudencia de uno de los cabecillas, el Capitán Juan Salinas, quien le contó al padre mercedario Andrés Torresano sobre las intenciones de dar término al régimen colonial, puso en serio peligro a todo el grupo, ya que el mercedario fue inmediatamente a denunciar el hecho, ante el presidente de la Real Audiencia de Quito Conde Ruiz de Castilla.  Fue así que una noche, luego de salir de la casa de Manuela, fueron apresados Juan Pio Montúfar. Juan Salinas, Quiroga, Morales, José Riofrío y Nicolás de la Peña. El 9 de marzo de 1809 se instauró la causa criminal contra ellos. Entre los quiteños el temor era evidente, y mucho más, en los allegados a la causa revolucionaria. Algunos de ellos optaron por esconderse, mientras Manuela trataba por todos los medios de ayudar a los detenidos. Una vez concluido el sumario, se dictó la orden de pena de muerte para los encarcelados. Esta noticia fue un duro golpe para Manuela, más un hecho inesperado, dio un giro a los acontecimientos, ya que cuando el secretario Pedro Muñoz se disponía a informar sobre el proceso al Conde Ruiz de Castilla, no halló los documentos acusatorios, y por ende se quedó sin pruebas en contra de los detenidos. Todo parecía indicar que personas afines a la causa revolucionaria sustrajeron los papeles, lo que obligó a las autoridades españoles a liberar a los presos.
Luego de este incidente, las medidas de precaución fueron extremas. Lejos de acobardarse, los cabecillas empezaron a trabajar con más ímpetu.  Manuela reforzó su decisión de seguir organizando las tertulias en su casa, pese a los riesgos que corría, ya que si los españoles descubrían su participación, podía incluso perder la vida. Su tesón y lúcida inteligencia, eran los pilares que a diario la sostenían. En las reuniones animaba a sus compañeros de batalla, y a la vez expresaba sus ideas abiertamente. Ellos respetaban su criterio, aun cuando temían incriminarla demasiado en los hechos. Es por ello que decidieron alternar las reuniones unos días en casa de Manuela, y otros en la de Javier de Ascázubi. Y fue precisamente en esta última, en la cual se redactó el Acta de instalación de la Junta Suprema de Quito el 7 de agosto de 1809, bajo la dirección de Juan de Dios Morales. Al día siguiente se redactaron los poderes que otorgaron los representantes de los barrios de la Catedral, San Marcos, San Blas, San Sebastián, San Roque y Santa Bárbara, así como de las instituciones colegiadas civiles y religiosas. En total se nombraron a 36 diputados.
Los días posteriores fueron de intensa actividad. Entre todos habían decidido que la última reunión y la más importante, se haría en la casa de Manuela Cañizares. La misma estaba prevista para la noche del 9 de agosto, en las vísperas de la festividad de San Lorenzo. Acostumbrada a vivir al filo de la navaja, la mujer fuerte asumiría la causa independentista en nombre del pueblo quiteño…
Continuará...
*susanafg22@yahoo.com