miércoles, 24 de abril de 2013


La lucha por una educación laica no fue tarea fácil, en esta segunda parte, Susana nos lleva al pasado y nos muestra el difícil tramo que tuvieron que caminar los primeros maestros.


Retrato Carlos T. García


La lucha inicial de los primeros maestros laicos
Parte II

                                                                                                            Susana Freire García*

A fin de contrarrestar los ataques en contra de las actividades educativas que se desarrollaban en los Normales, el entonces Director del Juan Montalvo maestro Fernando Pons, publicó en 1907 un libro titulado Breves consideraciones sobre la enseñanza laica, para explicar con argumentos sólidos la verdad acerca del laicismo, y así poner freno a la campaña manipuladora emprendida por los conservadores y algunos representantes de la Iglesia Católica, entre ellos Federico González Suárez. Con solvencia, Pons dio a conocer su punto de vista en estos términos:

La enseñanza laica tiende a ser la enseñanza de la verdad, y la verdad nunca debe espantar. Se pretende hacer creer que es mala, y hasta se la ha comparado con la lepra (…) La escuela laica, dicen los enemigos de ella, es la escuela sin Dios. Ofende a Dios quien tal dice. Dios debe estar donde está la verdad. Las escuelas laicas se proponen combatir el error, o lo que es lo mismo, enseñar la verdad: luego Dios debe estar con ellas.

A más de estas acciones, era necesario que los alumnos graduados en los Normales, empezaran a impartir sus conocimientos en las escuelas públicas del país. Es por ello que el Dr. Alfonso Freile, Gobernador de la Provincia de León (hoy Cotopaxi), invitó a los normalistas Carlos T. García, Neris Muñoz, Virgilio Arregui y José Figueroa, para que fuesen a dirigir e impartir clases en algunas escuelas de Latacunga y sus alrededores. Pese  a la buena disposición del Dr. Freile y de los normalistas, la situación era adversa para los nobeles maestros. El primer día de clases solo cinco niños acudieron a la Escuela Matriz de Latacunga: dos para primer grado, uno para tercero, y dos para cuarto. La situación en las escuelas de San Felipe y San Sebastián era similar. A esto se sumaron los maltratos diarios de parte de la población civil, quienes instigados por los Hermanos Cristianos, lanzaban escupitajos e insultos a los jóvenes normalistas. La situación llegó a tal extremo que un grupo de alumnos de los HH.CC atacaron a los normalistas en la Plaza Matriz de Latacunga, y fue gracias a la intervención de un italiano y de los miembros del Batallón Pichincha, que pudieron salvar sus vidas.
Presionado por las intrigas y los enemigos políticos, el Dr. Freile renunció a su cargo de Gobernador. Al conocer que los jóvenes normalistas se quedaron sin su protector, empezaron a asomar letreros escritos con tinta roja, en las calles de Latacunga, con estos  términos: “LA SANGRE DE LOS LAICOS EN LA PLAZA DE LA MATRIZ. AFUERA LOS HUAYRAPAMUSHCAS. MUERAN LOS ESPIRITISTAS. PALO A LOS PROTESTANTES”. Esto sería solo el inicio de los ataques que llegaron a su punto culminante la noche del 22 de diciembre de 1908, cuando un grupo de personas llegó hasta la vivienda en donde residían los jóvenes, para ingresar por la fuerza. Los gritos de ¡ABAJO Y MUERAN!, alteraron a los normalistas, quienes estaban acorralados por todas partes. La oportuna intervención del Batallón Pichincha logró una vez más salvarles la vida. Amparados por la oscuridad, se vieron obligados a escapar de Latacunga por el sendero del río Cutuchi, hasta poder llegar a Quito en ferrocarril.
Si bien esta primera experiencia como maestros laicos fue dura, estos nobeles maestros no se rindieron, y siguieron adelante con su misión de educar a la niñez bajo los principios humanísticos del laicismo que se fundamenta en la verdad, justicia, ciencia y razón. Es por ello que resulta justo y necesario conocer la lucha inicial de estos primeros maestros laicos, y honrar su vida y obra, ya que a ellos les debemos la permanencia de la educación laica en nuestro país.

*susanafg22@yahoo.com

viernes, 19 de abril de 2013


Susana nos sorprende nuevamente, en esta ocasión nos habla sobre la difícil tarea de maestro y como se abrió paso en una sociedad muy conservadora. 


Maestro Luis Ulpiano de la Torre



La lucha inicial de los primeros maestros laicos
Parte I
Susana Freire García*

A través de esta serie de dos partes, se busca ilustrar a nuestros lectores sobre la lucha inicial de los primeros maestros laicos para ejercer su profesión, dentro de un contexto político, económico y social lleno de dificultades y limitaciones.

La fundación de los Normales en Quito
El 14 de febrero de 1901, el General Eloy Alfaro y sus colaboradores más cercanos, pudieron materializar uno de los más importantes puntales, del programa implementado por la Revolución Liberal: la fundación de los Normales de Señoritas y Varones (que más tarde adoptarían los nombres de Manuela Cañizares y Juan Montalvo respectivamente), para que en ellos se formaran los futuros maestros laicos del país. Tal suceso despertó críticas y una férrea oposición de parte de un determinado sector de la sociedad quiteña, que temía perder la hegemonía que por años habían liderado en la sociedad civil. El antagonismo propio de la época y la falta de consensos, impidió un debate equilibrado alrededor de tan importante avance en materia de educación. A esto se sumó la manipulación de la que fue objeto la mayoría de la población, para que se creyera que la educación laica estaba en contra de Dios y los preceptos católicos. Tales prejuicios no querían dar paso a la verdad, ya que al contrario de lo que pregonaban algunos representantes de la Iglesia Católica y del Partido Conservador, el laicismo por un principio humanístico respeta todos los credos y libertades constitucionales, y no hace ningún tipo de discriminación en virtud de la religión, sexo o edad.
En medio de este difícil panorama, los Normales empezaron sus funciones. Al principio muy pocos fueron los jóvenes que se animaron a desafiar los convencionalismos sociales, para formarse como maestros laicos. Era común escuchar en las calles de Quito insultos de toda índole en contra de los profesores y alumnos de los Normales, quienes no pasaban de ser “masones, espiritistas, garroteros o espías de Alfaro”. A esto se sumaron las limitaciones económicas y la falta de personal. Sin embargo y pese a todos los obstáculos, el alumnado fue en aumento en ambos Normales, y para 1904 eran 42 alumnos los que se formaban para maestros laicos en el Juan Montalvo, de la mano de reconocidos docentes como el colombiano Manuel de Jesús Andrade, Pablo J. Gutiérrez, Roberto Andrade, Salvador Arce, Reinaldo Suárez, por citar algunos. La mística y entrega de estos docentes dio como resultado que en el año de 1905 se graduasen los primeros 5 maestros normalistas del país: Luis Ulpiano de la Torre, Dositeo Gálvez, Lauro Dávila, Leonardo Ruiz y Julio C Burbano, en el caso del Normal Juan Montalvo; y siete maestras normalistas entre las que se pueden nombrar a Mercedes Noboa y María Viteri, en el caso del Manuela Cañizares. 
Este hecho azuzó aún más la oposición en contra de los Normales, teniendo entre sus apasionados detractores al Arzobispo de Quito Federico González Suárez, quien se dedicó a la tarea de escribir varias Cartas Pastorales en contra de lo que él denominó “la escuela sin Dios”.

Continuará
*susanafg22@yahoo.com

miércoles, 10 de abril de 2013


Continuamos con la segunda parte sobre el Día del Maestro, nuestra amiga Susana nos recuerda cómo nació la celebración para homenajear a nuestros maestros.



Maestros que participaron en la obra Atahualpa


El Día del Maestro
Segunda Parte

Susana Freire García*

“El Maestro está de triunfo”

Al día siguiente un grupo de maestros de las Escuelas Superior Simón Bolívar, Isabel La Católica y Municipal Espejo, preparan el estreno del drama histórico Atahualpa de autoría de Guillermo Dávila y Víctor Toscano, y que cuenta con la dirección artística de Pedro Traversari y música de Sixto María Duran. Es así como el 14 de abril a las ocho y media de la noche, el Teatro Sucre luce un lleno total. La mayoría del público está conformado por docentes de la ciudad, que desean ver actuar a sus colegas. El desenvolvimiento escénico de los mismos es tan convincente, que la obra es representada en dos ocasiones más, tanto  para el público adulto como para infantil. En el diario El Comercio de Quito (abril 17 de 1920), aparece una nota periodística en la cual se destaca que “el maestro está de triunfo”, por el excelente trabajo desplegado en los días de festejo, y el nivel de cultura al que han llegado los miembros del magisterio.

Revela de modo elocuente la cultura a la que ha llegado el magisterio nacional, la fulgurante representación de Atahualpa. Las escenas a pesar de haberse fundado rigurosamente las más de ellas en la historia no cansan, son muy movidas, hay acción y variedad en los personajes (…) Es obra de aliento, hábilmente creada para la escena, sin desfallecimientos ni cansancio. Sin embargo de ser conocido el argumento por gran parte de los ecuatorianos, preferentemente por los maestros, interesa a cada paso de creciente y constante modo (…) El Maestro está de triunfo  Su apoteosis vivirá lozana entre las generaciones que se van sucediendo en marcha vertiginosa.  La repetición del drama se impone. Así lo hemos oído a muchas personas que anhelan conocerlo los unos y volverlo a vivir los demás.


La iniciativa de los maestros y la reacción positiva de la opinión pública, motiva a que el presidente de la república Dr. Alfredo Baquerizo Moreno mediante Decreto Ejecutivo de junio 7 de 1920, establezca que el 13 de abril de cada ano se festeje en todo el país el Día del Maestro, y que también se celebre la Fiesta del Árbol el 12 de octubre y el 1 de mayo respectivamente, en todas las escuelas públicas de la Sierra y la Costa.
Tal como lo demuestra este breve recorrido histórico, el ideal de aquellos docentes por contar con un día especifico para la valoración y el reconocimiento de su diario trabajo, hoy como ayer, sigue teniendo como sustento la defensa de los valores del laicismo, dentro del cual maestros y alumnos están unidos por lazos de humanismo, respeto, solidaridad y bien común.

*susanafg22@yahoo.com

jueves, 4 de abril de 2013

En este mes de abril se celebra el Día del Maestro, razón por la cual es muy importante conocer su origen y trascendencia histórica y el accionar de toda una generación de docentes laicos, que trabajaron mancomunadamente a favor de las reivindicaciones sociales del magisterio ecuatoriano.


Maestro Carlos T. García brindando un discurso a los niños


El Día del Maestro
Primera Parte


Susana Freire García*

Tres mil árboles son plantados

El 13 de abril de 1920 se vive un ambiente de fiesta en Quito. Por decisión unánime de los miembros de la Liga Nacional de Preceptores de Pichincha, se ha escogido esta fecha para celebrar a los maestros de la ciudad, y al mismo tiempo la Fiesta del Árbol. Cientos de niños de las escuelas fiscales y municipales de la ciudad, se reúnen en el parque de La Alameda para ser parte de un desfile cívico. Llevan en sus manos unos pequeños arbustos que más tarde serán plantados. La comitiva recorre las calles Chile, Guayaquil y Av. 24 de Mayo, hasta llegar a la Escuela de Artes y Oficios. En medio de la algarabía infantil, el presidente de la Sociedad Pedagógica de Pichincha maestro Carlos T. García, da un sentido discurso a los menores, para pedirles que siempre sean respetuosos con la naturaleza que les rodea: 

En este memorable día en que los maestros hemos querido abrir un breve paréntesis en nuestras pesadas faenas escolares, quisimos hacer algo que perdure y que sirva de saludable enseñanza, y elegimos la celebración de la Fiesta del Árbol como uno de los principales números de nuestros honestos regocijos. Es la Fiesta del Árbol, una institución que ha venido a constituirse en todos los pueblos el más adecuado medio de cultura y desenvolvimiento pedagógico y forestal, cuanto tiene por principal objeto inculcar en el tierno corazón infantil los delicados sentimientos de amor al vegetal, que simboliza de modo harto expresivo y elocuente, el progreso y la regeneración de los países civilizados (…) La escuela primaria de nuestros días se distingue por la universalidad de conocimientos que proporciona y por el carácter eminentemente práctico que da a todas sus enseñanzas (…) La escuela es el patio, el jardín, ese campo abierto donde hoy, alborozados, hemos venido a plantar los árboles y donde el niño observa, trabaja, experimenta y así desenvuelve su mente, ejercita sus órganos, expande su espíritu y se dispone a ser, cuando mayor, un hombre sano, fuerte, laborioso, inteligente y honrado (…) Queridos niños: desde hoy tendréis también vosotros un ser a quien dedicar vuestros cuidados. Tendréis cada uno el árbol que vais a plantar y cuya crianza se os encomienda. Aplicaos a cultivarla del mejor modo posible, para que un día, cuando ya mayores, podáis venir a reposar bajo su sombra, recordando las ilusiones de este día tan grato para todos

Luego desciende hasta el jardín y junto a los niños cava la tierra y siembra los arbustos. Ese día tres mil árboles son plantados, para alegría de docentes y alumnos. Para finalizar esta jornada poética, los alumnos reciben fruta y varios obsequios, mientras los maestros se preparan para seguir con los festejos….

Continuará
*susanafg22@yahoo.com