jueves, 22 de noviembre de 2012



Te tratemos el final de la serie "Un teatro para Quito", historias de la milenaria Quito escritos por Susana Freire Garcia.






Un teatro para Quito
Tercera Parte
                                                                                            Susana Freire García*

Mientras se ultimaban los detalles para la apertura del teatro, una noticia publicada en El Comercio (Bisemanario mercantil, científico, literario, político y noticioso) de noviembre 10 de 1886, acaparó la atención de los quiteños. Se anunciaba que el pianista francés Capitán Voyer deseoso de conocer la capital, salió de Guayaquil (en esta ciudad había brindado algunos conciertos) con destino a Quito. Se informaba además que él sería el encargado de inaugurar el teatro, y que después actuarían los artistas de la Compañía Jarques.  Más de un quiteño se preguntó, cuál sería la razón por la que este pianista francés quería conocer Quito, y más que todo enfrentarse a un público que por vez primera, tendría la oportunidad de estar en un teatro. Lo que ellos desconocían es que el Capitán Voyer era un músico con una larga trayectoria en Europa, y en algunos países de América Latina como Perú o Argentina, donde impresionó a los espectadores no solo por la maestría con que tocaba el piano, sino por sus audacias artísticas en el escenario. No en vano fue ovacionado en Lima cuando interpretó piezas de  Beethoven, Weber, y Mendelssohn, acompañado de una banda militar.
La aspiración de tantos años por fin se tornó realidad: la inauguración del Teatro Nacional Sucre sería el 25 de noviembre de 1886. Desde las primeras horas de la mañana, se vivió un ambiente de fiesta en la ciudad. Cientos de curiosos deambularon por los alrededores de la plaza del Teatro, con la esperanza de conocer al pianista francés. Conforme pasaron las horas, la expectativa creció. Los policías hicieron todo lo posible por mantener el orden. Cuando el presidente Caamaño,  hizo su entrada al teatro en compañía de sus Ministros,  cientos de  personas aplaudieron y exclamaron ovaciones, en honor a Quito y al Mariscal Sucre. El acto oficial empezó a las ocho y media de la noche. El maestro quiteño Aparicio Córdova, fue el primero en subir al escenario, en su calidad de Director de la Orquesta Nacional.  Después de unos minutos,  hizo su entrada el Capitán Voyer, quien saludó a los quiteños con una venia.  Luego de que los presentes entonaron las notas del Himno Nacional, el pianista francés ejecutó  la Marcha indiana de la africana de Giacomo Meyerbeer (con sus arreglos para piano), la Sonámbula de Thalberg y el Allegro del Concierto en La Menor de Johann Nepomuk Hummel con acompañamiento de orquesta. Los aplausos para el Capitán Voyer, y para la Orquesta dirigida por Aparicio Córdova resonaron en el teatro. En la segunda parte del programa el Capitán Voyer interpretó La muda de portici de Thalberg, Capricho en Si menor de Mendelssohn con acompañamiento de orquesta, y Tremolo de Gottschalk. En la tercera parte ejecutó La Danza de las Hadas de Prudent y el Vals de los dolores de Valdtenfel.
Si bien hubo quienes criticaron el hecho de que el Teatro Sucre fuese inaugurado con un concierto antes que con una obra teatral, o los que afianzados en el fanatismo y los prejuicios,  amenazaron con quemar el teatro por considerarlo un antro de perdición, para la mayoría de quiteños este acontecimiento histórico y cultural, fue el inicio de un vínculo de identidad y pertenencia que hoy cumple 125 años de existencia.  Como bien lo expresara  nuestro célebre escritor Raúl Andrade “dos obras relevantes nos dejó la dictadura de Don Ignacio de Veintemilla: su sobrina Marietta y el Teatro Sucre (…) faltan en él la efigie marcial de Don Ignacio de Veintemilla, su constructor, y el medallón romántico que perpetúe la belleza aristocrática y altiva de Marietta que lo inspiró”.
*susanafg22@yahoo.com

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