jueves, 15 de noviembre de 2012

Amigas /os, como todos los jueves compartimos una serie de historias sobre los lugares de la milenaria Quito, en esta ocasión continuamos con la serie "Un teatro para Quito".



Un teatro para Quito
Segunda parte

                                                                           Susana Freire García*
La emoción inicial de los miembros de “La Civilización” se volvió incertidumbre, debido a que el derrocamiento de las viejas galerías de la antigua Plaza de las Carnicerías, para dar paso a la construcción del teatro, fue suspendido al poco tiempo de haber empezado. Ante esta situación, Marietta de Veintemilla, que para ese entonces ya había egresado del Colegio Sagrados Corazones y vivía en la casa familiar, no escondió su desazón, e insistió a su tío el presidente Veintemilla, para que retome el proyecto presentado por “La Civilización”. Ante la petición de la joven, el General Veintimilla celebró en 1879 un contrato entre el gobierno y la Municipalidad, a fin de que el señor Leopoldo Fernández Salvador iniciara la construcción del “Teatro Nacional”. El proyecto sería ejecutado en base a los planos que elaboró el arquitecto Francisco Schmidt.
Marietta fue la que más atención prestó al proyecto. Su naturaleza sensible y su amor por las manifestaciones artísticas, influyeron en la construcción del teatro. Incluso el nombre fue idea suya. Según su criterio éste debía llamarse “Teatro Nacional Sucre”, en honor al héroe de la independencia que ella tanto admiró. El General Veintemilla no puso ningún reparo, y comunicó al contratista Leopoldo Salvador la decisión de que el teatro lleve el nombre elegido por su sobrina. Mas la compleja situación política del país alteró los planes políticos de Ignacio de Veintimilla, quien para hacer frente a sus opositores se proclamó dictador en marzo de 1882. Tras cruentos enfrentamientos, Veintemilla fue derrotado en 1883, y obligado a exiliarse en Lima. Con Marietta ocurrió lo propio. Luego de pasar 8 meses encerrada en prisión, recibió la orden de abandonar Quito cuanto antes. Lo que más le dolió a la joven, es no poder ver al Teatro Sucre terminado de construir.
Superada la inestabilidad política, las labores para la construcción del teatro se reanudaron. Sin embargo las quejas en contra de Leopoldo Fernández fueron cada vez más severas, a tal punto que el presidente Placido Caamaño, decidió ofrecer una última prórroga para que el contratista entregase la obra a mediados de 1886. Esta demanda se fortaleció con la llegada a Quito del Sr. Julián Saavedra, Gerente de la Compañía Española de Zarzuela Jarques, quien estaba deseoso de proponer al presidente Caamaño, que el teatro se estrenase con las obras montadas por la Compañía como Potosí Submarino o Sueños de Oro. Al respecto en el periódico El Comercio (Bisemanario mercantil, científico, literario, político y noticioso), de  septiembre 25 de 1886, se publicó  la siguiente nota:

El Sr. Saavedra espera la próxima llegada del Excmo. Sr Caamaño para hacer los arreglos definitivos. No dudamos consiga el objeto que se propone pues el estreno del Gran Teatro de Quito se hace ya inaplazable. Algo más, no creemos que se presente una ocasión más brillante para que el estreno corresponda al mérito del local.  Creemos que el Supremo Gobierno de acuerdo con el señor contratista Don Leopoldo F. Salvador obviará las dificultades con un poco de actividad y buena voluntad. A nuestra capital le aguardan momentos de verdadero solaz, toca al Gobierno, al Comercio y a todos en general secundar la iniciativa que hoy toma el Sr. Jarques en el asunto, y no dejar que esta bella ilusión se desvanezca.

Al presidente Caamaño le pareció acertada la propuesta de Saavedra. Lo que nadie se esperaba, es que la llegada de un pianista francés a Quito, cambiaría el rumbo de los acontecimientos.
susanafg22@yahoo.com
(Continuará)

No hay comentarios: