Un
teatro para Quito
Segunda
parte
Susana Freire García*
La emoción inicial de los miembros de “La Civilización” se
volvió incertidumbre, debido a que el
derrocamiento de las viejas galerías de la antigua Plaza de las Carnicerías,
para dar paso a la construcción del teatro, fue suspendido al poco tiempo de
haber empezado. Ante esta situación, Marietta de
Veintemilla, que para ese entonces ya había egresado del Colegio Sagrados
Corazones y vivía en la casa familiar, no escondió su desazón, e insistió a su
tío el presidente Veintemilla, para que retome el proyecto presentado por “La
Civilización”. Ante la petición de la joven, el General Veintimilla celebró en
1879 un contrato entre el gobierno y la Municipalidad, a fin de que el señor Leopoldo
Fernández Salvador iniciara la construcción del “Teatro Nacional”. El proyecto
sería ejecutado en base a los planos que elaboró el arquitecto Francisco
Schmidt.
Marietta
fue la que más atención prestó al proyecto. Su naturaleza sensible y su amor
por las manifestaciones artísticas, influyeron en la construcción del teatro.
Incluso el nombre fue idea suya. Según su criterio éste debía llamarse “Teatro
Nacional Sucre”, en honor al héroe de la independencia que ella tanto admiró.
El General Veintemilla no puso ningún reparo, y comunicó al contratista
Leopoldo Salvador la decisión de que el teatro lleve el nombre elegido por su
sobrina. Mas la compleja situación política del país alteró los planes
políticos de Ignacio de Veintimilla, quien para hacer frente a sus
opositores se proclamó dictador en marzo de 1882. Tras cruentos
enfrentamientos, Veintemilla fue derrotado en 1883, y obligado a exiliarse en
Lima. Con Marietta ocurrió lo propio. Luego de pasar 8 meses encerrada en
prisión, recibió la orden de abandonar Quito cuanto antes. Lo que más le dolió
a la joven, es no poder ver al Teatro Sucre terminado de construir.
El
Sr. Saavedra espera la próxima llegada del Excmo. Sr Caamaño para hacer los
arreglos definitivos. No dudamos consiga el objeto que se propone pues el
estreno del Gran Teatro de Quito se hace ya inaplazable. Algo más, no creemos
que se presente una ocasión más brillante para que el estreno corresponda al
mérito del local. Creemos que el Supremo
Gobierno de acuerdo con el señor contratista Don Leopoldo F. Salvador obviará
las dificultades con un poco de actividad y buena voluntad. A nuestra capital
le aguardan momentos de verdadero solaz, toca al Gobierno, al Comercio y a todos
en general secundar la iniciativa que hoy toma el Sr. Jarques en el asunto, y
no dejar que esta bella ilusión se desvanezca.
Al
presidente Caamaño le pareció acertada la propuesta de Saavedra. Lo que nadie
se esperaba, es que la llegada de un pianista francés a Quito, cambiaría el
rumbo de los acontecimientos.
susanafg22@yahoo.com
(Continuará)
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