Seguimos con nuestra serie de escritos "Estamos Bajo Techo"
Antonio Ordónez acutando en el "Cafe 77"
Estamos bajo techo
Parte III
Susana Freire García
El año 1963 estaba por finalizar. Los jóvenes poetas
llamados tzántzicos (reducidores de cabezas) que habían hecho su aparición en
la vida cultural quiteña hace un año, realizaban esa mañana su recorrido normal
hacia la Facultad de Filosofía de la Universidad Central, de la que eran
alumnos (cuando la misma funcionaba en la calle Chile, hoy sede de la Fundación
Municipal San José). Les llamó la atención la apertura de una nueva cafetería
que llevaba un sugestivo nombre “Café 77” (número capicúa que puede ser leído
igualmente de izquierda a derecha y viceversa). A la salida de clase, se refugiaron en la
misma. Su dueño el señor Fausto Arellano, les recibió amablemente, pues intuyó
la inclinación artística de los visitantes. Los poetas Ulises Estrella, Antonio
Ordoñez, Marco Muñoz, Alfonso Murriagui, Simón Corral y Raúl Arias, lo tomaron
como su espacio, ya que por fin contaban con un sitio para dialogar sobre
poesía sin reservas. Animado por su creatividad, el señor Arellano les invitó a
convertir este espacio en un café cultural. La propuesta no pudo ser mejor
recibida. El café estaba ubicado en la misma casa, que en otro tiempo
perteneciera a Marietta de Veintemilla. Los contertulios nuevamente podían
“estar bajo techo”, tomando en cuenta que el país era gobernado por una
Dictadura Militar, y la Casa de la Cultura
se hallaba bajo la égida oficialista.
Los tzántzicos iniciaron sus actividades en el Café 77,
el 5 de diciembre de 1963, justamente para protestar en contra de las fiestas
de la ciudad y “la serenata quiteña”. A fin de brindar una opción cultural
distinta, Antonio Ordóñez presentó el monólogo Réquiem por la lluvia, de autoría del dramaturgo guayaquileño José
Martínez Queirolo. Este fue el inicio de una serie de actividades, tertulias,
coloquios de arte, lanzamientos de libros (en el café se vendían las revistas Pucuna, La Bufanda del Sol e Indoamérica
producidas por los tzántzicos) y exposiciones artísticas, que cada vez contaban
con mayor respaldo de los intelectuales que estaban en contra de la dictadura.
El Café 77 se convirtió en “la Casa de la Cultura Alterna”. Artistas y
creadores de la talla de Agustín Cueva, Oswaldo Guayasamín, Hugo Cifuentes, Oswaldo
Viteri, Gilberto Almeida, Víctor Murriagui, Claudio Aizaga, Moisés Montalvo,
entre otros, fueron parte de intensos debates y tertulias en donde la libertad
de expresión jugó un papel preponderante. Tanta fue la notoriedad cultural que
alcanzo el Café 77 que la revista O
Cruzeiro de Brasil publicó un extenso reportaje sobre el mismo. Por su
parte la famosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica escogió al Café
77 para realizar una exposición de afiches y pinturas sobre antropología
cultural, en septiembre de 1964. Más como era previsible, las tertulias y
debates culturales fueron considerados por la Dictadura Militar como una
amenaza, de ahí que por orden del Intendente General de Policía se ordenó la
clausura del Café 77 en febrero de 1965. Lejos de someterse al poder, los tzántzicos
acompañados de otros intelectuales quiteños organizaron una marcha de protesta
por el centro de la ciudad, que terminó en la oficina del Intendente de Policía
ubicada en la calle Mideros, para exigir la reapertura del café. Este
movimiento tuvo respaldo en otras ciudades del país, y semanas después el Café
77 fue reabierto. Su actividad cultural se extendió hasta el año de 1970,
dejando en Quito un legado creador y humanístico que no puede ser olvidado.
Como bien lo afirma el poeta Ulises Estrella en su reciente libro La Casa de las tertulias (Quito, CCE,
enero 2012), “la Casa de las Tertulias de Marietta a los tzántzicos, es una
memoria incandescente y objetiva, que apunta a reelaborar y asumir seriamente
lo pasado, para entender el presente”.