miércoles, 4 de septiembre de 2013

Compartimos un artículo de Susana Freire, donde reflexionamos sobre los 35 años que Quito fue declarada como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Plaza de San Francisco de Quito



Quito Patrimonio Cultural de la Humanidad

*Susana Freire García

El próximo 8 de septiembre, se celebran los 35 años de la Declaratoria de Quito Patrimonio Cultural de la Humanidad. Este reconocimiento otorgado por la Unesco en  1978, se basó en cuatro elementos fundamentales que diferencian a nuestra ciudad del resto de urbes: Quito posee un centro histórico vivo, ya que está habitado por un conglomerado social; su patrimonio está conformado por testimonios físicos e históricos provenientes del pasado; estos testimonios físicos se vinculan con la identidad del pueblo que lo habita; y, por la riqueza y talento humano de sus artistas, muchos de ellos anónimos y pertenecientes a la denominada Escuela Quiteña. Por ello la importancia de reflexionar y plantear nuevas lecturas acerca del patrimonio, que impliquen una relación directa entre habitante y ciudad.

Patrimonio: identidad y pertenencia

Cuando pienso en la palabra patrimonio lo primero que viene a mi mente, es la imagen de una ciudad que me es propia y querida. Me es propia porque está intensamente ligada a mi existencia, y me es querida porque ha propiciado y sigue propiciando en mí, una serie de reflexiones que alimentan mi tarea de investigadora. Es por ello que defiendo el hecho de que los estudios y reflexiones acerca del patrimonio, deben partir necesariamente de dos puntales claves para asumir y entender su real significado y alcance: identidad y pertenencia. 
Nuestra ciudad es privilegiada. Cuenta en primer lugar con un bello entorno natural, y una flora y fauna que la hacen única. A esto se suma su patrimonio arquitectónico que se torna visible a través de sus edificaciones religiosas y civiles, sus plazas y calles, concentradas en lo que conocemos como el centro histórico. Está también su memoria colectiva enriquecida por una serie de elementos en los que la oralidad juega un papel preponderante, ya que a través de la misma se transmiten de generación a generación, aquellos conocimientos que nacen de las tradiciones, festividades, costumbres y saberes populares. Y por último y no por ello menos importante, tenemos al conglomerado humano que la habita, y que es el responsable de proteger y cuidar el patrimonio de Quito.
Todos los factores anteriormente citados confluyen para que esta ciudad sea Patrimonio Cultural de la Humanidad, y por lo mismo no pueden ser entendidos de manera aislada, sino como un todo diverso.  Si estudiamos el entorno natural de Quito desde un punto de vista estrictamente científico, dejamos de lado la relación naturaleza- ser humano, que ha sido y es tan importante en el caso de la capital. Desde un inicio, los primeros pobladores de esta tierra, reconocieron en la misma una serie de características que la hacían ideal para vivir. No en vano el nombre de Quito está asociado a su ubicación geográfica, de ahí que se le conoce como “la tierra de la mitad”, “el hondón que favorece” o “el lugar donde el sol cae recto”. Si por igual, nos quedamos en un análisis meramente arquitectónico del patrimonio tangible como son las iglesias, monumentos, esculturas u obras de pintura, nos olvidamos de quienes los crearon. Lo ideal es acercarse sensiblemente a estos objetos artísticos y desentrañar lo que nos dicen, ya que tras ellos están el ingenio y la habilidad de nuestros artesanos quiteños, la mayoría de ellos anónimos, cuya maestría fue ya reconocida hace siglos, por el precursor de la independencia Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Algo similar sucede con la memoria colectiva (patrimonio intangible). Si examinamos las distintas expresiones culturales de Quito, sin tener como basamento a su diversidad y al contexto histórico del cual emergieron, corremos el riesgo de manipularlas o alterar su sentido original, para convertirlas en un simple producto comercial. 
Si por el contrario todos estos factores son entendidos en conjunto, se puede lograr un acercamiento más humano y sensible al tema del patrimonio, ya que a la vez que se asume su validez histórica y social, también se crean puentes para reforzar en los ciudadanos, aquel sentimiento de identidad y pertenencia, tan importante al momento de asumir que cada uno de nosotros somos los responsables directos de hacer de Quito, una ciudad patrimonial en el amplio sentido de la palabra.

*susanafg22@yahoo.com

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