jueves, 21 de febrero de 2013


Llegamos al final del tema: "El Carnaval en Quito", nuestra amiga Susana nos invita a una seria reflexión no solo sobre esta fecha, pues nos ayuda a cavar un poco más en nuestro pasado.



Revista Caricatura nº 12 marzo 2 de 1919


El Carnaval en Quito
Final
                                                                            Susana Freire García*

Los nuevos aires de modernidad que empezaron a surgir  en Quito alrededor del ornato, el adecentamiento de calles y plazas, la implementación del tranvía y otros servicios básicos, propiciaron que en la segunda década del siglo XX, los cánones culturales evidenciaran una variación que tenía como objetivo “culturizar” a las diversas manifestaciones artísticas bajo un modelo, que no necesariamente incluía a todos los habitantes de la ciudad. El festejo del Carnaval no quedó fuera de ello, de ahí que empezaron a organizarse los denominados “Juegos Florales” por parte de los estudiantes de la Universidad Central. La idea era celebrar los días de Carnestolendas con un enfoque refinado y artístico, para lo cual se organizaban certámenes de poesía y literatura en el Teatro Sucre, a más de la elección de la Reina de la Corte de Amor de los Juegos Florales, las fiestas de máscaras en salones, y el Corso de Flores que consistía en un desfile con carros alegóricos que recorrían las principales calles del centro de la ciudad. En los concursos de literatura solía darse como premio la Violeta de Oro al ganador, y la Violeta de Plata al que quedaba en segundo lugar. Fue en certámenes como éstos que se dieron a conocer poetas y escritores como César y Jorge Carrera Andrade, y Benjamín Carrión, entre otros. 
Si bien la intención fue moderar los excesos en los días de Carnaval, estos festejos y bailes solo concentraban a un determinado sector de la población. El resto que sin duda era la mayoría, seguía celebrando el Carnaval con abundante agua, cascarones, huevos y harina. No en vano se lo llamó un juego-combate, ya que en los barrios populares, los moradores conformaban verdaderos equipos que se adueñaban de los grifos públicos, para mojar a los vecinos y transeúntes sin límites. Había quienes se trepaban en camiones con botes llenos de agua, con el objetivo de lanzar agua a todo el que se cruzaba por el camino. Esta costumbre se extendió hasta los años sesenta del pasado siglo. Luego de una intensa jornada de juego, los vecinos de los barrios populares solían reunirse nuevamente por la tarde para compartir comidas típicas, hasta terminar bailando en patios y calles.

En la actualidad el Carnaval, en el caso de Quito, tiene más bien una naturaleza híbrida en la que están presentes una serie de estrategias que van desde aquellos postulados ecologistas que insisten en que no se debe desperdiciar el agua en un juego, hasta la aplicación de contravenciones contra aquellos que deliberadamente mojen a un transeúnte en el espacio público. Como contraparte existen una serie de eventos que invitan a la población a ser partícipes de desfiles, exposiciones en distintos escenarios de la ciudad o en los museos, a más de la entrada gratuita a los balnearios, para así evitar desmanes y actos violentos. Sin embargo hay quienes todavía prefieren mojarse o lanzarse huevos o harinas, desconociendo incluso las sanciones legales. 
Este recorrido histórico a través del festejo del Carnaval, invita a que sean los lectores quienes saquen sus propias conclusiones, y más que todo reflexionen alrededor del simbolismo primigenio de esta festividad, y el ingenio y valentía de los quiteños para cuestionar al poder, cuando es necesario hacerlo. 

*susanafg22@yahoo.com

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