jueves, 14 de febrero de 2013

Desde épocas pasadas se quiso prohibir la celebración del Carnaval, nuestra amiga Susana nos trae la segunda parte sobre este tema y nos cuenta más secretos.



Festejo en el Quito Colonial


El Carnaval en Quito
Segunda Parte

                                                                                                                 Susana Freire García *

Los intentos de las autoridades españolas por moderar el festejo del Carnaval en la Audiencia de Quito, fueron prácticamente inútiles. A principios del siglo XIX, el Barón de Carondelet en su calidad de Presidente de la Audiencia tuvo la iniciativa de “culturizar” a esta fiesta, a través de la sustitución del Carnaval por las corridas de toros. Lo que buscaba es que los quiteños dejaran de lado aquel ceremonial simbólico que cuestionaba al poder, y que se concentraran en esta diversión netamente española. Sin embargo los quiteños percibieron anticipadamente las intenciones de Carondelet, y aprovecharon precisamente esta oportunidad para salirse con la suya. Así las corridas de toros se convirtieron en un “Carnaval de mascaradas”, en el que la gente del pueblo se mofaba de las autoridades civiles y eclesiástica. Alarmado por esta situación, el Barón de Carondelet emitió en el año de 1802 el documento denominado “Bando sobre diversiones públicas”, en el cual se establecía que las máscaras debían ser decentes,  y que bajo ninguna circunstancia se podía poner en ridículo a aquellas personas que llevaban traje eclesiástico o hábito. Quienes incumplieran esta orden serían castigados sin distinción de clase ni de sexo, con una multa de 20 pesos, y para los insolventes con una pena de 15 días de prisión.  
Aparentemente los quiteños acataron la disposición, más no pasó mucho tiempo para que las mofas y mascaradas en contra de las autoridades españoles se recrudecieran, tanto que en el año de 1804, el Barón de Carondelet prohibió definitivamente el uso de máscaras en las corridas de toros,  durante los 3 días que duraban las Carnestolendas. 
Como queda claro poco o nada se pudo hacer en el periodo colonial, en contra de este festejo popular. A inicios de la época republicana, el Carnaval siguió celebrándose con la misma intensidad. Así lo da a conocer el testimonio del diplomático norteamericano de origen vienés Friedrich Hassaurek, quien llegó a Quito el 15 de julio de 1861, durante la primera presidencia de Gabriel García Moreno: “ la forma en que la gente común practica el Carnaval es tan bárbara como la corrida de toros. Grupos de hombres y de niños se reúnen en las esquinas de las calles o en las tiendas y negocios para arrojar  huevos, lodo y agua, tanto a sus amigos como a los transeúntes. Las sirvientas disfrutan al echar ollas de agua en las cabezas de las personas que circulan abajo en la calle (…) El Carnaval entre el pueblo dura casi una semana, siendo los últimos días los peores. Las calles suelen estar cubiertas de cáscaras de huevos, lo que las hace muy resbalosas para el tránsito”.
Este testimonio deja entrever lo arraigado que estaba este festejo entre los quiteños, tanto que hasta las primeras décadas del siglo XX, los desmanes carnavalescos seguían provocando el rechazo de un determinado sector de la población quiteña, cuyos representantes proclamaban la urgente necesidad de “moderar”  los excesos cometidos durante esta fiesta, toda vez que la ciudad estaba ingresando en un proceso de modernización bajo el esquema del proyecto liberal…

(Continuará)
*susanafg22@yahoo.com


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