Monumento de la Independencia
¿Es
válido celebrar la Fundación de Quito?
Segunda
Parte
Susana Freire García*
Si nos remitimos al significado de la palabra “fundación”
obtenemos por respuesta: “principio, origen de una cosa, establecimiento”.
Partiendo de esta noción, es necesario
tomar en cuenta que muchos años antes de la llegada de los españoles, en
nuestras tierras ya se asentaron sus primeros pobladores, para vivir mancomunadamente
alrededor de lo que la naturaleza les proporcionaba, y dentro de un sistema
igualitario en cuanto a la repartición de los productos que recolectaban. Al
contrario, cuando los españoles llegaron a esta tierra, impusieron a la fuerza
sus costumbres, idioma, religión, bajo su óptica expansionista y colonialista.
Aquí cabe preguntarse ¿fue propiamente una fundación la de Quito, o se trató más
bien de una invasión? Esto nos lleva a reflexionar
sobre la validez de estas fiestas, al igual que el criterio de historiadores,
quienes con pruebas fidedignas afirman que el 6 de diciembre de 1534 no se
realizó dicha fundación, sino el 28 de agosto de ese mismo año (esto ya se
explicó en la primera parte de la serie).
También está la opinión y análisis de los investigadores
sociales que señalan que tras la fundación de Quito, está la muerte de miles de
indígenas. Entonces ¿qué mismo se celebra el 6 de diciembre? ¿Una invasión, una
fecha sin validez histórica, o la destrucción de Quito y la matanza de
indígenas? Por lo mismo ¿son motivos de celebración los anteriormente
mencionados?
El problema no radica en la fiesta y celebración. Estas
actividades son parte la naturaleza humana, y de la idiosincrasia de cada
pueblo. El asunto que aquí interesa, es el sentido de esta festividad en
particular. Da la impresión de que la misma tiene como asidero a una serie de
hábitos impuestos, que se repiten anualmente dentro de un modelo en el que no
todos se sienten incluidos o identificados. No se es más quiteño/a por sentir
que el amor a la ciudad florece en estas fechas, por treparse a una chiva, o por
cantar “El chulla quiteño”. En cambio se ejerce la calidad de ciudadanos y
quiteños, cuando desde el lugar en el que cada uno se desenvuelve (hogar, trabajo,
barrio, colegio, universidad, etc.), se promueven y fomentan espacios de
reflexión y análisis alrededor de temas puntuales, como el que se está
tratando. No hay que temer al debate, a los cambios, al cuestionamiento, a la
opinión ajena. Existen otras razones para festejar a nuestra ciudad, más allá
de esta cuestionable fecha: su riqueza natural, su patrimonio tangible e
intangible, el ser cuna de mujeres y hombres valientes, y de artesanos de una
habilidad extraordinaria, de constar en la historia como “Luz de América” y Patrimonio Cultural de la
Humanidad, entre tantos valores por citar. Estos si son motivos de celebración,
ya que en ellos están presentes conceptos vinculados a la historia, memoria
individual y colectiva, e identidad y pertenencia. A más de esto contamos con
auténticas gestas históricas cuyo valor y trascendencia son infinitamente
superiores, y que sin embargo no son valoradas como deberían serlo: el 10 de
agosto de 1809 y el 24 de mayo de 1822.
No es osado pensar que las nuevas generaciones de
quiteños/as propugnen en un futuro no muy lejano, esta visión sesgada de
festejar a la ciudad, bajo el membrete de “fundación”. Más es deber de las
generaciones actuales allanar el camino para este proceso, en base a la
conciencia, educación y libertad de pensamiento.
*susanafg22@yahoo.com
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