jueves, 23 de enero de 2014

Dentro del marco de los 35 años en que Quito fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, se realiza la exposicón "Alma Mía", nuestra amiga Susana nos comparte su reflexión sobre la "Generación Decapitada" y su aporte para el naciente Ecuador.

Arturo Borja 1892- 1912.
¿Romanticismo o modernismo?
La Generación Decapitada
Parte I
*Susana Freire García

A propósito de la exposición “Alma Mía Simbolismo y modernidad. Ecuador 1900-1930”,(los curadores de la exposición son los historiadores Alexandra Kennedy y Rodrigo Gutiérrez), y que puede observase en siete sedes del centro histórico, surgen varias lecturas en torno a distintas corrientes artísticas que se desarrollaron en el país, y que están íntimamente vinculadas con un determinado proceso histórico, motivo por el que no pueden ser descontextualizadas o tergiversadas, respecto al momento en que surgieron. De ahí que dada la diversidad y complejidad de esta exposición, voy a remitirme a uno de los tantos puntos que aborda, como es el del modernismo entendido desde la literatura, y a la generación de los poetas decapitados entre los que se encontraron Arturo Borja, Humberto Fierro y Ernesto Noboa y Caamaño (en este texto no incluyo a Medardo Ángel Silva, que si bien perteneció a esta generación, su accionar estuvo ligado a la ciudad de Guayaquil), literatos que vivieron en el Quito de principios del siglo XX, en medio de una ambigüedad matizada entre el romanticismo y el modernismo.
“Una aldea de topografía ondulosa y quebrada”
Uno de los más hermosos textos     que se han escrito sobre la ciudad de inicios del siglo XX, es sin duda el de Raúl Andrade, titulado Lienzo mural de Quito de 1900. Con su singular maestría, Andrade retrató a una ciudad ambigua. Por un lado “los aires de modernidad” empezaron a sentirse en la capital. La revolución liberal no solo implementó la educación laica como principal frente de batalla en contra del clericalismo, sino que introdujo una serie de cambios en la vida cotidiana de los quiteños: las calles empezaron a contar con alumbrado público, se rellenaron algunas quebradas, y se construyeron obras de alcantarillado. La llegada del ferrocarril en 1908, y la implementación del tranvía en 1914 como el más moderno sistema de transporte, incorporaron nuevas dinámicas a una ciudad, cuyos habitantes aún estaban acostumbrados a despertarse con el tañido de las campanas. La genialidad de Andrade residió precisamente en explicar a manera de subtexto, la contradicción entre esa tendencia a modernizar a la urbe bajo el esquema del proyecto liberal, y la ideología conservadora aún imperante en la mayoría de los quiteños. De ahí que resulta equívoco creer que de un momento a otro, los habitantes de la capital cambiaron su mentalidad y forma de vida, ya que las transformaciones a nivel urbano, no implicaron necesariamente un cambio a nivel ideológico. Como irónicamente lo expresara Andrade “las locomotoras pitan en la mañana invitando a partir. El viaje a Europa ya no es una aventura. Más aventura resulta todavía tomarse un baño diario”.
Arturo Borja; “Un infante sentimental, sensible, sensitivo”
“Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico, 
lo equívoco, morboso, lo falso, lo anormal; 
tan solo calmar pueden mis nervios de neurótico, 
la ampolla de morfina o el frasco de coral”. 
                                            Arturo Borja

Con estas expresiones, Raúl Andrade se refirió al poeta Arturo Borja (Quito 1892- 1912), al dar inicio a su ensayo titulado Retablo de una generación decapitada. Según el escritor, esta generación advino, para habitar en un invernadero de sensitivas y narcisos. El anhelo romántico de vivir entre ninfas y mortecinos paisajes, hicieron de estos poetas, y en especial de Borja, un ser extraño y marginal, que practicó el culto por la tragedia y los venenos. Un temprano accidente en una de sus pupilas, motivó a que su padre le internase en un sanatorio parisiense para que se curase. Su estancia en Paris, exacerbó su “incurable cansancio biológico”. De regreso a Quito murmuró; “mi juventud se torna grave y serena, como un vespertino trozo de pasaje en el agua”. Vivió entre la añoranza de París y la turbulencia de una ciudad en la que los estremecedores gritos de ¡Muera el tirano!, y ¡Abajo Eloy Alfaro!, presagiaban un fatal desenlace….
Continuará
*susanafg22@yahoo.com

miércoles, 15 de enero de 2014

Los Chullas no han muerto, siguen por ahí dando de que hablar y mostrando porque hay que ganarse el título de "Chulla Quiteño", gracias a Susana por ser observadora y compartir este artículo.

Chullas quiteños en la calle Flores 1868. Fuente El Quito que se fue



Un Chulla en el trolebús
Susana Freire García*
En lo personal, estoy a distancia de aquella discusión  (a mi parecer bizantina) de si desaparecieron o no de la vida cotidiana de Quito, los inolvidables chullas quiteños. Esta es una tarea que prefiero dejarles a los sociólogos o historiadores, quienes son los más apropiados para discutir acercadel tema.  Mi apreciación del mismo, se basa mas bien en mi calidad de peatona de Quito, y  mi consabida curiosidad por observar lo que sucede alrededor. Y es precisamente sobre algo que atestigüé en días pasados, de lo que voy a referirme en este texto. Me hallaba como tantos usuarios, movilizándome dentro de un atestado trolebús, cuando de repente llamó mi atención, un joven vendedor que empezó a hablarnos sobre las claves del éxito laboral y social, tan indispensables para emprender un nuevo año. Acto seguido, reprodujo un CD de autoayuda, para que escuchemos una serie de reflexiones en torno al amor, la familia, la crianza de los hijos, el matrimonio, el perdón, la superación a través de la enfermedad, entre otras cosas.  Luego, volvió a intervenir y nos prometió que si comprábamos su producto y aplicábamos las claves del éxito, pasaríamos a convertirnos de simples asalariados en dueños de nuestras propias empresas, y de unos desconocidos, a personas públicas e importantes. Incluso aseveró que él era la mejor muestra de que el éxito es posible aplicando fielmente el  producto ofrecido. Lo más interesante de este vendedor, era la convicción con la que hablaba, y el cuidado con el que utilizaba cada palabra y cada movimiento. Además lucía un impecable peinado con raya a la mitad bien engominado, y un terno negro planchado con esmero.
Cuando se hallaba en lo mejor de su discurso, el vendedor se vio interrumpido por un guardia de seguridad, que le recordó que están prohibidas las ventas ambulantes al interior del trolebús, para salvaguardar la seguridad de los usuarios. Él hizo caso omiso de estas palabras, y siguió con la intervención. Al sentirse ignorado, el guardia tomó  por el brazo al aludido, con  intención de expulsarlo. El vendedor reaccionó al instante, y le exigió al guardia que sea educado, y que no le arrugue el traje. Luego se produjo una discusión entre ambos, siendo el vendedor el que daba los mejores argumentos. Mientras esto ocurría, íntimamente experimenté un sentimiento de solidaridad hacia este heredero de nuestro chulla quiteño, ya que con todas las distancias del caso, reunía ciertas características que lo acercan a este singular personaje: facilidad de palabra, poder de convicción, hacedor de sueños, aires de hombre de mundo, cuidadoso con la apariencia personal, cuentista, reacio a cumplir las órdenes o las leyes establecidas, rebeldía de antihéroe, entre otras.
Cansado de discutir, el guardia se paró junto al vendedor, para asegurarse de que no volviese a sus andanzas. Él por su parte y con aire ofendido, no expresó palabra alguna ante la mirada burlona de los presentes.  Cuando el trolebús se acercó a la parada de la Plaza del Teatro, dijo en voz alta “que se retiraba por su propia voluntad, y no porque el guardia se lo exigía”. Algunas carcajadas se dejaron escuchar, mientras yo busqué la manera de seguirlo con la mirada, a través de la ventana. Pude observar cómo se alisó el cabello para asegurarse de que su peinado estuviese en regla, y luego acarició su traje intentando borrar cualquier arruga que pudo haberle causado el guardia. Dignamente  empezó a caminar, hasta perderse en el anonimato, mientras su maletín negro zigzagueaba al ritmo de sus pasos.
*susanafg22@yahoo.com

martes, 7 de enero de 2014

Para entender la historia de un pueblo, se debe analizar e investigar todo, agradecemos a Susana por este artículo que nos ayuda a mirar a uno de los protagonistas de Quito.

Facsimilar Diario El Comercio Quito enero 1 de 1906





El Comercio “Diario de la mañana”
Susana Freire García*

La historia de la ciudad, puede entenderse desde varias ópticas, y una de ellas es a través de los diversos medios de prensa escritos, que han circulado en Quito desde hace algunos siglos. Al respecto el libro La Prensa en el Ecuador del escritor Isaac J. Barrera, es sin duda uno de los mejores referentes al momento de indagar en la materia. Como bien lo señaló este autor “el periódico tuvo en Quito una vida accidentada”, sin embargo fueron muchos los editores y escritores que se aventuraron a ser parte de esta actividad cultural, no exenta de riesgos y dificultades de variada naturaleza. Uno de ellos fue el primer periódico quiteño denominado Primicias de la Cultura de Quito, creado y dirigido por el ilustre Eugenio Espejo. Este diario que apareció por vez primera el 5 de enero de 1792, es sin duda alguna el antecedente más importante de la actividad periodística en la capital, al que le siguieron otros (en algunos casos de efímera duración) como El Quiteño Libre, El Diario de Avisos, El Grito del Pueblo, La Ley, El Grito de la Sierra, El Pichincha, El Clarín, La Reivindicación, El Cronista, El Intransigente, El Scyri, El Cinco de Junio, La Verdad, La Tarde, El Ferrocarril, El Atalaya, Fray Gerundio, El Progreso y El Diarito, por citar algunos, todos pertenecientes al siglo XIX.  A inicios del siglo XX circularon otros periódicos como El Orden, El Tarugo, El Chapa, El Quiteño, La Ortiga, El Liberal, La Mostaza Inglesa,, La Linterna, La Bandera Roja, El Imparcial. Sin embargo para enero de 1906, apareció en Quito un periódico denominado El Comercio. Diario de la Mañana, que marcaría un antes y un después en la historia del periodismo quiteño. Como bien expresó Isaac J. Barrera: “el 17 de enero de 1906, entró el General Alfaro en la capital de la República. Pero el primero de este mes había ocurrido un gran suceso intelectual, rodeado de modestia y parsimonia, pero que debía ser trascendental en los anales de la ciudad y la república. El 1 de enero de 1906, apareció el primer número de un periódico que no se presentaba como un luchador político, sino como un agente de cultura que quería trabajar por el bien de la patria. Era el periódico El Comercio”. 
Mas de un quiteño se llevó ese 1 de enero de 1906, la sorpresa de contar con un nuevo periódico, que a pesar de nacer en una época marcada por profundos conflictos de orden político e ideológico, ingresaba a la palestra pública sin ánimo de inmiscuirse en la contienda política.  Así lo dio a conocer la editorial del ejemplar N° 1 de El Comercio, con estas palabras:
Nuestra humilde hoja surge a la vida, no para llenar un vacío político, desde que los partidos en que se halla dividida la Nación tienen sus voceros respetables, órganos de sus intereses y aspiraciones. Como su nombre lo indica, funda sus esperanzas de estabilidad en el apoyo del Comercio, a cuyo incremento y marcha progresiva dedicarán sus redactores preferente atención. Pero esto no será óbice para tratar también sobre instrucción pública, sobre ciencias naturales y físicas que contribuyen al desenvolvimiento de las ciencias y las artes, todo esto amenizado con las mejores producciones de nuestros literatos y poetas. Siendo pues tan sanos nuestros propósitos, no hay para que invocar la libertad de prensa, hoy que impera el régimen liberal que lleva en su lema tan preciosa garantía. Y como quiera que, ante todo, somos ciudadanos de una república democrática, no faltarán en nuestras columnas la censura y la alabanza justas para los errores y aciertos administrativos.
A través de las páginas de El Comercio, se pueden conocer los distintos momentos históricos de nuestra ciudad, que con sus luces y sus sombras, nos cuentan lo que fuimos y lo que hoy somos. Y si bien como toda obra humana, este periódico a lo largo de su existencia ha tenido sus aciertos y también sus limitaciones, perfectibles por supuesto, es necesario revalorizar su legado en el desarrollo del periodismo, ya que forma parte de la vida de Quito hace ya 108 años.
*susanafg22@yahoo.com