Duele profundamente cuando ves que otros se aprovechan de un trabajo que, durante ocho años, ha sido construido con respeto, disciplina y, sobre todo, con un amor que no alcanza en el pecho. Duele cuando utilizan tu nombre (y el de la gente que trabaja contigo), para llevar a estudiantes a rutas mal diseñadas, incumplidas, desorganizadas. La competencia no nos molesta, al contrario, nos ayuda a mejorar... pero duele que esa competencia sea tan mediocre que termine perdiendo (para ellos y para nosotros) museos, colegios y amigos.
Hoy, por tercera vez en este mes, Sandrita (nuestra jefa de ventas) escuchó el reclamo airado de una profesora, a causa de lo mal que habíamos tratado a sus alumnos el año pasado, al dejar a 120 muchachos sin poder entrar a un museo del centro histórico. Ya antes, en otro colegio, le habían cerrado la puerta, acusándola de ser una estafadora.
Los amigos que han creído en nosotros, durante todo este tiempo: usuarios de nuestras rutas, directores y trabajadores de museos, priores y religiosos, profesores y alumnos amantes de Quito... estarán tan sorprendidos de esto como yo.
Y es que esas rutas no las ha realizado Quito Eterno, sino un grupo de aprovechados que (y esto es lo peor) se presentan como parte de nuestra fundación, utilizando incluso el nombre de la Sandrita.
Así que escribo esta pequeña entrada de parte de Pablo, Gaby, Édgar, Lucía, Lenin, Lorena, Sandra, Natalia, Carmen, María Isabel, Paquito, Consuelo y yo. La escribo, también, de parte de todos los amigos y compañeros que dejaron tanto en este sueño, durante estos ocho años. Y la escribo para apelar a todos nuestros amigos, para que difundan esta noticia y alerten a profesores, directores y rectores de los colegios de la ciudad, para que se aseguren de que las personas que llegan a ellas en nombre de Quito Eterno les estén diciendo la verdad.
Gracias a todos y todas.
Javier Cevallos Perugachi
El diablo
Gaspar de Mogrovejo y Ango
El Danzante